A mi marido y a mí nos gusta leer vuestros mensajes, y hemos decidido contar algo de lo nuestro. Nos aficionamos al juego del modo más tonto, aunque supongo que alguna predisposición tendríamos sin darnos cuenta. Cuando éramos novios él solía esperarme en un bar frente a casa. Un día vio salir a mis padres, y como yo tardaba, me llamó impaciente, amenazando con subir a darme una paliza si no espalibaba. Aun así me demoré y acabó subiendo. Y en mi cuarto, a medio vestir, con las manos atadas con una media, me propinó lo que fue la primera azotaina de mi vida. Nos entusiasmamos tanto que ni salimos, toda la tarde en la cama, la mayor parte de la cual estuve maniatada. Y me prometió que cuando nos casásemos habría azotes todos los días. Y más o menos los hay. Antes de irnos al trabajo ya me propina unas cuantas palmadas sobre la marcha. Por la noche, si estamos de humor, lo que por suerte es frecuente, la azotaina es más historiada, larga y sin prisas, a veces conmigo atadita de pies y manos, y con una raqueta de ping pong con tres agujeritos que deja unas atractivas marcas circulares en mi piel. La llevamos de vacaciones y de fin de semana, y bromeamos sobre quién se la quedará cuando nos divorciamos. Esperando ese día, disfrutamos nuestro secreto como enanos. Un besazo de Agela y Luis. |