Ref: puesto el 31/10/99 0:08 |
;-) |
Ref: a .......... de Arga puesto el 31/10/99 0:22 |
Pues...inquietantes (por anónimas)y bellas (porque sí)palabras. Lo que no me explico es ¿por qué a mí?... Pero mejor, cuido mis pensamientos, por si acaso;-) GRACIAS, seas quien seas:-****) |
Ref: de Arga a Mecanero puesto el 31/10/99 0:31 |
Aunque no tengo el don de escribir poemas, sí se cómo se hace el salto de línea:pon todos los signos que te escribo a continuación, pero sin las comas: (,b,r,), De nadaaaaaaaaaaaaaaaa;-) |
Ref: de Arga puesto el 31/10/99 0:35 |
¿Os habéis fijado que esta noche se nos concede una hora más de vida?:-DDD |
Ref: puesto el 31/10/99 0:43 |
¿ Una hora más de soledad? |
Ref: puesto el 31/10/99 0:44 |
¡Para mí, eso es perfecto! |
Ref: puesto el 31/10/99 1:12 |
O una hora más de dormir :))) |
Ref: puesto el 31/10/99 1:13 |
O, quizá, es que nos devuelven la que nos quitaron en primavera :))) |
Ref: puesto el 31/10/99 1:15 |
¿Y tú que vas a hacer con esa hora más? |
Ref: puesto el 31/10/99 1:16 |
O una hora más de curro, dice el pincha discos de una disco |
Ref: puesto el 31/10/99 1:19 |
pues madrugar, sin pereza, para irme al monte mañana:-) |
Ref: puesto el 31/10/99 1:26 |
yo dormiré una hora más |
Ref: puesto el 31/10/99 1:28 |
pues yo me quedaré una hora más en la cama leyendo y desayunando mientras escucho música |
Ref: :D))) puesto el 31/10/99 19:20 |
Ref: puesto el 31/10/99 20:02 |
;-) |
Ref: puesto el 31/10/99 21:43 |
que tristeza hoy por aqui |
Ref: SERBANTES puesto el 31/10/99 21:55 |
TU MIRADA “Por una mirada, un mundo. Por una sonrisa, un cielo. Y por un beso, Yo no sé lo que te diera Por un beso” El carnaval rebosaba de alegría, la gente bailaba en corros, entre los que se colaba, al ritmo de música, una ininterrumpida y larga cadena de seres que manifestaban su contento yendo y viniendo, sin saber muy bien adonde, por toda la calle, cercada por dos vehículos sobre los que unos grandes altavoces ayudaban a dar salida a esos diablillos que pululan en nuestro interior. El grupo en el que yo iba tomó posiciones en las cercanías de la típica barra callejera, olorosa a verbena popular, a humanidad que llama a la humanidad. Unos fueron a por cerveza, otras nos quedamos entre la multitud marcando el paso con nuestros cuerpos: el cabello de Elena, largo y sedoso (como si lo hubieran lavado con su insuperable homónimo), completaba el encanto divino de su gráciles movimientos; el salero de Manuel permitió que Marga, de natural algo cohibido, se soltara la melena. Al compás de la salsa, cargada de contratiempos, yo observaba aquel cuadro costumbrista, aquella fiesta pagana en la que creo religiosamente. Las miradas, al no abundar los disfraces que captasen su atención, encontraban directamente su objetivo. Si te fijabas un poco era un juego divertido, crías penetrar por un momento en la intimidad de a quien observabas: aquel moreno hubiera bebido los vientos por los enhiestos y exuberantes senos de la espléndida rubia que danzaba ocho metros más allá; al pantera pelirroja de la rueda vecina no tardaría en devorar al vivaracho cervatillo que la estaba jaleando; unos tiernos ojos verdes se derretían con la derretida mirada de otros negros y profundos, perdiéndose en dos mundos que eran uno sólo. Y, a la vez, las miradas de los demás penetran en nuestra propia intimidad. Creemos tener cara de póker, pero eso es un farol, puesto que no es cierto, porque cuando la venimos a poner, ya nos han pillado el juego, ya se han dado cuenta de que no llevamos ni una pareja. Hacía aun rato largo que el chico acodado en la barra no bebía de su caña, los compañeros que iban con él sí, eso explicaba tal vez porque no se sumaba al bailoteo general y permanecí allí, estático. No tenía aspecto de ser tímido, su belleza no era la del clásico guaperas repleto de egoísmo y vacío de contenido, no, su verdadero triunfo consistía en la franqueza de su mirada, e recorría a todas y cada una de las chica que allí estábamos. Su expresión dejaba comprender que se preguntaba hasta por los más nimios detalles que nos definían, pero no había descaro, ni avidez, sólo un interés que me resultaba extraño y atractivo al mismo tiempo. Llevábamos un rato ya jugando al “te pillé”, mas no fijaba su mirada en al mía, parecía no atreverse. Me acerqué a pedirle fuego, pero no fumaba, le pregunté la hora: “la un”, sólo. Regresé a mi círculo, continué “pillándole”, acentué las ondulaciones de mi cintura, alcé los brazos, clamé al cielo, olvidando que ésta era una fiesta pecaminosa. Mientras me acostaba pensé que, quizá por haber dormido tantas veces con ella, o por cuanto me ah enseñado, yo nunca estoy sola como soledad. Murcia, febrero 99 Fdo.: Rosa Joaquín Botella García Los Dolores (Cartagena) |
Ref: SERBANTES puesto el 31/10/99 21:56 |
HECHIZ0S EN LA NIEBLA Amiga, Circe, Vivir es navegar a través del tiempo. Los siglos traen nuevas tecnologías, pero el alma sigue siendo la misma, sentir la fresca brisa del mar acompañada del calor humano, es igual en la red que en el océano. Encontrar viejas amistades -casi tres mil años después- a lo largo de nuestro periplo, aunque sea en mares distintos, porque, en el fondo, tienen el mismo color, es sentir brotar la alegría en nuestro corazón. Pasa la vida, los nuevos derroteros nos llevan a horizontes diferentes, los amores que la fortuna quiso depararnos otrora quedaron en la estela espumosa, tornando a ser agua tranquila tras su apasionada efervescencia. Tal vez una punta de despecho, o de celos, fue el último adiós. Tal vez, al poco tiempo de esas tristes despedidas anhelamos volver la mirada, decir un “lo siento”, que ahogóse en estúpido orgullo. Luego los años, poco a poco, fueron desvaneciendo los dulces recuerdos, las tiernas palabras, los cálidos abrazos y las sabrosas mieles de los albores encadilados. Nuestras proas avistaron nuevos puertos, recalando finalmente en alguno cuyas aguas nos parecieron suficientemente profundas y claras como para varar definitivamente en su arena. Qué inmenso placer hallar un abrigo en el guarecerse de la tempestad!. Qué hermosos los brazos de esos espigones cuya protección cobija a los avezados marinos como si de niños desamparados se tratara!. A partir de ahí las escalas anteriores se transforman en olvidados destellos que alumbran intermitentemente como faros que jalonaron la ruta recorrida. Pero el hado, a veces, quiere traer a nuestras vidas una segunda oportunidad, otra posibilidad de poder manifestar aquel “lo siento” apagado en nuestro pecho con lluvias de vanidad, y permite que las derrotas de los vetustos veleros vuelvan a cruzarse inesperadamente. Sus siluetas se difuminan en la bruma, oteamos, sorprendidos aquellos contornos que antaño fueran tan familiares, miramos los astros, tiritantes y azules a lo lejos, nos damos cuenta de que sí, de que son los mismos, “aunque nosotros, los de ahora, ya no seamos los de entonces” y entrecerrando los ojos observamos en el puente al otro navegante, también con su palma a modo de visera tratando de cerciorarse de quién somos. Los sueños pasados se precipitan en cascada, nos aprestamos a izar las pabellones de saludo, engalanados con la dicha del recuerdo, firmes sobre cubierta, gritamos desde el fondo de nuestro pecho: ¡“honores por estribor”!, continuamos emulando a Neruda, sentimos una punzada de celos: “de otro, será de otro, como antes de mis besos”, y pensamos: “ya no la quiero, aunque sí, tal vez la quiero un poco”. Apresurados lanzamos nuestro mensaje embotellado, “con el último dolor que ella nos causa, con nuestros últimos versos”, conservando el recuerdo de una hermosa y eterna amistad, que tal vez sea mejor olvidar. Circe, tus encantos de hechicera no han sucumbido con el paso de los siglos, ha sido un placer tu reencuentro. Siempre tuyo, Ulises Joaquín Botella García Los Dolores (Cartagena) Serbantes@ctv.es |
Ref: SERBANTES puesto el 31/10/99 21:58 |
EL CAMAROTE DE PROA (Dedicado a Antonia, mi mujer) Los barcos en los que yo he navegado han sido veleros no muy ostentosos pero con mucha alma. Sí, porque los barcos, como algunas personas, tienen su cuerpo y su corazoncito, integrado aquél por diversas partes, cumpliendo cada uno sus propias funciones. Así la cubierta sirve para tomar el sol o para realizar la maniobra, la bañera vale para tomar el sol y es la sede del estado mayor, aunque hay generales que prefieren dirigir la batalla a pié de palo; allí sienten, junto a los proeles, la mar mucho más viva, allí parece que el viento sople más fuerte. La camareta, uno de los pocos lugares en los que no se puede tomar el sol, es lugar de cobijo en los momentos de mal tiempo, centro de reunión para comer, conversar o, simplemente, para recordar las estrellas del firmamento. Normalmente entre la camareta y el camarote de proa suele haber un corto espacio en el que se ubica el excusado (cuyo significado no se encuentra entre ninguna de las once acepciones del diccionario de la R.A.E.), al que llamarlo baño sería una mentira absolutamente exagerada, y báter no viene tampoco, así lo dejaremos en cagadero, que si forma, formalmente, parte de nuestro vocabulario. Estos habitáculos se separan con una puerta que aisla el camarote de proa del resto. Al entrar en él lo primero que se ve es como los dos costados se unen en una profunda hendidura cóncava cuya evocación más inmediata resulta evidente. Si inclinamos la vista podemos observar como la colchoneta de las literas foRman un triángulo con un agujero en su base, al que no es necesario echarle mucha imaginación para relacionarlo con el Monte de Venus, ese astro que gúa siempre el rumbo, tanto al atardecer como al alba. Este hueco se puede cubrir con una tabla de modo que se forma una gran litera triangular cuya superficie, convenientemente asabanada, hace perfectamente, sino mejor, las veces de cualquier cama de matrimonio (es decir, para follar). También la proa cumple diversos cometidos. Sin olvidar su relevancia desde el pounto de vista estructural se utiliza como cofre d e velas, y como lugar de descanso, y , cuando la presencia femenina se encuentra a bordo, y enamorada, de desfogue. Son muchas las millas que he navegado en esa madriguera, muchas las sensaciones vividas y , muchas más, las soñadas. Dependiendo del tiempo así se siente el periplo. A veces Eolo empuja con una suave brisa, escorando levemente el casco; esa inclinación nos recuesta sobre las bandas, a través de las que se percibe (seo ye y casi se puede tocar) el agua deslizarse por el exterior, La roda surca, a escasos centímetros de nuestros piés, el azul marino. El so deslumbra reflejado en la blancura del velamen. Todo esto tiene sentido, justifica nuestra existencia, forma parte de nuestro viaje, nos hace sentirnos vivos. Otras veces el dios del viento hace que Neptuno se enfurezca, que levante crestas rompientes de nívea espuma, tornando el mar en una impresionante fuerza que balancea al velero como un corcho inerme. Sin embargo la proa mantiene su rumbo, cabeceando, dando pantocazos, levantándose en un vacío que recobra el aliento al tiempo que provoca una ruidosa caída, tras la que choca contra la siguiente ola, batiéndose en un enconado combate. El tripulante yaciente en el camarote de proa no siente, como antes, una cadencia suave uy acompasada, sino un espíritu de lucha, de aventura, con el que respetuosamente, mide su inteligencia y su valor con el de la omnipotente Naturaleza. Dos son los grandes peligros que estos valientes y bohemios peregrinos afrontan en sus viajes hacia ese “horizonte que siempre está ,más allá”: los archibuques y los tablones. Los primeros porque su prepotente soberbia no les deja apartarse de su ruta , aunque arrollen a su paso millones de ilusiones, y los segundos, porque se camuflan entre los senos marítimos sin que puedan ser avistados por la dama del bauprés. Las grandes catástrofes ocurren en las navegaciones con mal tiempo, ya que cuando hace bueno la propia estela que se dibuja desde la proa evita los obstáculos que puedan surgir, pero nada puede hacer dicha princesa si, mientras cabalga ciegamente entre las refrescantes rachas, ve como crece de repente un tronco presto a taladrar su costado, atravesándolo como un velo sedoso que, al desgarrarse, arrastra tras sí al barco entero, inundándolo y succionándolo hasta las profundidades, donde permanecerá como un cofre de sueños encerrados y ahogados para siempre. Algunas veces otras embarcación se halla lo suficientemente próxima para socorrer al naufragio, consiguiendo impedir la triste precipitación al abismo. Cuando esto sucede las patronas de estos yates ya o vuelven a emprender nuevas singladuras sin oír antes el parte de navegación, con el fin de asegurarse un crucero tranquilo, en el que poder divisar con claridad la marina superficie como un remanso de aceite. Pero los barcos no se pasan la vida entera navegando, a veces descansan amarrados en los muelles. Son también muchas las veces que he pasado en el camarote de proa, abrigado entre los espigones de algún acogedor puerto, mientras la lectura y la música nostálgica trasladaban mi mente a maravillosos lugares. Algunas de estas veces – menos de las deseadas- he tenido la suerte de gozar de las delicias de la pasión en este singular cobijo que asemeja la guarida de una fiera o el refugio de un ermitaño. Conservo nítidamente el juvenil recuerdo de aquel añorado verano en el que el matutino sol ibicenco no despertó trayendo los rayos de Eros a este sagrario en forma d uve. El terciopelo de tus labios se posó cálidamente en los míos, nuestros cuerpos se abrazaron, tus cabellos se enredaban apasionadamente entre mis dedos, tu piel emanaba y recibía un agradable y excitante calor alcanzando su zénit en ese magnífico lugar en el que tu pubis y mi muslo se besan en el tremendo abrazo de nuestras piernas. El estío y la humedad hicieron fluir nuestro sudor, abrí el tambucho para que la brisa matinal refrescase tu refrescante sonrisa, aliviara tu deseo con su dulce tacto sobre tu piel. Es comprensible que olvidáramos que el día anterior, al atracar, el motor se había roto, por lo que no supusieron entre los imponentes – y feos – lanchones de los millonarios, cuyas bordas se alzaban varios metros sobre nuestro orgullosos “Aquavit”. Calmada la tempestad asomé la cabeza al exterior para recobrar el aliento al tiempo que una moia verde, vestida con batín y fumando un puro de mil doros, abandonaba su puesto de observador de lo que acontecía unos metros más debajo de su escsao horizonte. Te lo conté, nos reímos y dijimos: “!jódete, cabrón!” Joaquín Botella García Los Dolores (Cartagena) Serbantes@ctv.es |
Ref: SERBANTES puesto el 31/10/99 21:59 |
BUENAS NOCHES, MI AMOR (continuación de “buenos días, mi conejito dormilón”) Padre Casto, no sé si debo arrepentirme, pero ante la duda he de confesarle algunos hechos por si debo pedir perdón a Dios por ello. Como Vd. ya sabrá en mayo de este mismo año pequé con mi marido. Tan pronto como salió a la calle el periódico “POR LIBRE”, le dije a mi conejito dormilón: “Cariño, ¿cómo podíamos nosotros saber, ignorantes paganos, que amarse oralmente era pecado?. ¿O que estábamos contraviniendo la moral de esta persistente sociedad victoriana?, que, para mayor gloria de la pretendida libertad sexual, no quiere aparentar que lo es. Gracias a Dios que la publicación de nuestras peripecias de aquel glorioso domingo, relatadas por mí, nos ha permitido aprender, a través de las sabias – y subrepticias- críticas de quienes practican el sexo como mandan los sagrados cánones, es decir, para procrear, no ha de revestirse de obscenidad. ¿Qué podemos hacer ahora?, vida mía”. Y el me respondió: “Alicia, o me la envaino o fabricamos un zagal, lo que tu prefieras”. Así que, padre, hoy hace veintiocho días que, puntual como un reloj suizo, me vino la regla. Conté catorce días, y en plena ovulación, supongo, cada noche, hasta ayer, a oscuras, con camisón yo y con pijama él, oportunamente aperturados, hemos puesto todo nuestro empeño en cumplir el bíblico mandato de poblar la tierra. Le juro por mi vida, padre Casto, que intentamos alejar de nosotros todo pensamiento lascivo, concentrarnos exclusivamente en esa noble tarea apartando el deseo carnal procedente de los más bajos instintos que la misma evoca en nosotros, infames pecadores, pero, padre, aunque a buen seguro Vd. lo ignora, resultó imposible, a mi Mariano no había forma de sacarle punta y, aun de haberse inspirado el pobretico, el camino tampoco estaba preparado. Así las cosas, padre Casto, acudimos a las prescripciones del Código de Derecho Cánonico de 1917, que siendo más carca que el de 1983, también resulta menos ambiguo en este aspecto, ya que, como Vd. sí sabrá, el primero establece como uno de los fines del matrimonio poner remedio a la concupiscencia, en tanto que el segundo lo ha sustituido por el del bien de los cónyuges. Así que, con el único objeto de remediar nuestra concupiscencia, a la par que procreábamos, hemos dejado volar la imaginación en voz alta, brotándole a mi maridico palabras más o menos como éstas: “Te gusta que tontee con mis mimos, intentando hacer que te ruborices, tu te enojas de broma, me dices imbécil en tono cariñoso, y rodeas mi cuello con tus brazos, adoptas, cómicamente, un aire de mujer fatal, acercas tu vientre al mío, tu risa se transforma en sonrisa, yo ya no veo tu rostro, tan cercano al mío, sólo el fondo de tus ojos, en cuyas pupilas brillan dos lunas candorosas como la nieve, cálidas como el corazón de un mujer enamorada y completamente confiada en una mutua fidelidad que va más allá de la muerte y que, a la vez, es libre como el viento. Nuestras miradas se funden en una sola, ya no vemos nada, sólo sentimos el terciopelo de nuestros labios, la dulzura de las lenguas, la humedad de la saliva, el calor de unos pechos que comienzan a vibrar contra el pálpito de un corazón anhelante, de unos brazos que hallan la felicidad ciñendo un fino y sinuoso talle que quiere ser aplastado hasta hacerle crujir las cuadernas. El vientre sentido ya no tiene dueño, las enredadas piernas son dirigidas por un sólo deseo. Estamos en la playa, eÿ |
Ref: SERBANTES puesto el 31/10/99 22:00 |
BUENAS NOCHES, MI AMOR (continuación de “buenos días, mi conejito dormilón”) Padre Casto, no sé si debo arrepentirme, pero ante la duda he de confesarle algunos hechos por si debo pedir perdón a Dios por ello. Como Vd. ya sabrá en mayo de este mismo año pequé con mi marido. Tan pronto como salió a la calle el periódico “POR LIBRE”, le dije a mi conejito dormilón: “Cariño, ¿cómo podíamos nosotros saber, ignorantes paganos, que amarse oralmente era pecado?. ¿O que estábamos contraviniendo la moral de esta persistente sociedad victoriana?, que, para mayor gloria de la pretendida libertad sexual, no quiere aparentar que lo es. Gracias a Dios que la publicación de nuestras peripecias de aquel glorioso domingo, relatadas por mí, nos ha permitido aprender, a través de las sabias – y subrepticias- críticas de quienes practican el sexo como mandan los sagrados cánones, es decir, para procrear, no ha de revestirse de obscenidad. ¿Qué podemos hacer ahora?, vida mía”. Y el me respondió: “Alicia, o me la envaino o fabricamos un zagal, lo que tu prefieras”. Así que, padre, hoy hace veintiocho días que, puntual como un reloj suizo, me vino la regla. Conté catorce días, y en plena ovulación, supongo, cada noche, hasta ayer, a oscuras, con camisón yo y con pijama él, oportunamente aperturados, hemos puesto todo nuestro empeño en cumplir el bíblico mandato de poblar la tierra. Le juro por mi vida, padre Casto, que intentamos alejar de nosotros todo pensamiento lascivo, concentrarnos exclusivamente en esa noble tarea apartando el deseo carnal procedente de los más bajos instintos que la misma evoca en nosotros, infames pecadores, pero, padre, aunque a buen seguro Vd. lo ignora, resultó imposible, a mi Mariano no había forma de sacarle punta y, aun de haberse inspirado el pobretico, el camino tampoco estaba preparado. Así las cosas, padre Casto, acudimos a las prescripciones del Código de Derecho Cánonico de 1917, que siendo más carca que el de 1983, también resulta menos ambiguo en este aspecto, ya que, como Vd. sí sabrá, el primero establece como uno de los fines del matrimonio poner remedio a la concupiscencia, en tanto que el segundo lo ha sustituido por el del bien de los cónyuges. Así que, con el único objeto de remediar nuestra concupiscencia, a la par que procreábamos, hemos dejado volar la imaginación en voz alta, brotándole a mi maridico palabras más o menos como éstas: “Te gusta que tontee con mis mimos, intentando hacer que te ruborices, tu te enojas de broma, me dices imbécil en tono cariñoso, y rodeas mi cuello con tus brazos, adoptas, cómicamente, un aire de mujer fatal, acercas tu vientre al mío, tu risa se transforma en sonrisa, yo ya no veo tu rostro, tan cercano al mío, sólo el fondo de tus ojos, en cuyas pupilas brillan dos lunas candorosas como la nieve, cálidas como el corazón de un mujer enamorada y completamente confiada en una mutua fidelidad que va más allá de la muerte y que, a la vez, es libre como el viento. Nuestras miradas se funden en una sola, ya no vemos nada, sólo sentimos el terciopelo de nuestros labios, la dulzura de las lenguas, la humedad de la saliva, el calor de unos pechos que comienzan a vibrar contra el pálpito de un corazón anhelante, de unos brazos que hallan la felicidad ciñendo un fino y sinuoso talle que quiere ser aplastado hasta hacerle crujir las cuadernas. El vientre sentido ya no tiene dueño, las enredadas piernas son dirigidas por un sólo deseo. Estamos en la playa, el suave viento acaricia tus rizados cabellos, la primavera nocturna nos regala su perfume de violetas, su maravillosa soledad que hace más añorada nuestra compañía. Nos comemos en un único y prolongado beso. Nuestra amistad, reforzada con el amor y la pasión, nos hace sentirnos dos seres unidos, perdidos en un salvaje mundo del que no queremos formar parte, te dejas llevar por mí, te gusta sentirte protegida, y a mí me encanta sentir como una pantera se acurruca entre mis brazos como si fuera una gatita que busca cobijo. Tus besos se tornan primitivos, yo presiono tus glúteos con mis manos, impulsándote contra mi erguida virilidad, tus muslos encierran mis ingles, nuestros sexos se llaman como los de dos animales en celo. Te levanto en peso entre mis brazos, sin separar nuestros alientos, y te llevo secuestrada a la arena de la playa. Con nuestros cuerpos soldados a través de la ropa, sin oir el murmullo del mar, resonando sólo tus gemidos y mi excitación. Rodamos sobre la fresca arena, iluminados por los rayos lunares, que resaltan la belleza de tus acaloradas mejillas. Los giros cesan, los suspiros no, suelto tu hebilla, desabotono el pantalón, bajo la cremallera, mis dedos se deslizan bajo tu ropa más íntima, exprimo tus pechos como limones jugosos, deteniéndome lascivamente en tus enardecidos pezones. Alzo tu camisa y tu jersey, sólo las estrellas ven como lamo tus rojizas cumbres, como llevo luego su sabor a tus labios, como tu candente pubis se inflama buscando ansiadamente arder contra mí firme lanza, como acaricio salvajemente tu cuello, tu cabeza. Tu abres el camino a mi deseo, desciendes mi cinturón hasta las rodillas, encauzas la pasión que de ambos rezuma. Te penetro despacito, sintiendo como tu salada miel lubrica la maquinaria del placer, que yo esparzo con mi acunado vaivén. Yo respiro hondo, tu suspiras y me miras transmitiéndome un sentimiento de indescriptible felicidad y anhelo. Acerco mi boca a tus oídos, te dejas hechizar por mis susurros, mi obscenidad provoca la tuya, empiezas a pedirme que te haga el amor, que me hunda en lo más profundo de tu cuerpo y de tu alma. La pasión, va in crescendo, te invade una oleada de placer, llenas tus pulmones de aire conteniendo ese orgasmo que comienzas a atisbar pero que quieres retrasar para hacerlo más intenso. Comenzamos un silencioso juego que nos chifla a los dos: a ver quien aguanta más, tratando de simultanear nuestro clímax con el del otro, intentando complacer más que ser complacidos, dominando y siendo dominados, enamorados hasta la médula en un increíble abrazo de amor y sexo. Al rato tu notas toda mi timidez, mi sinceridad en una amable sonrisa, en unos rasgos que ya no tienen control, en una mirada que se entrega como la de un niño que halla el reposo en unos maternales brazos que son capaces de entender todo el sufrimiento absurdo que sentimos en esta vida sin un motivo que lo explique, y entonces te dejas ir, te abres como una flor que se siente orgullosa permitiendo a los rayos del sol que inunden sus pétalos, recibiendo un río cálido que desemboca en un salado lago de misteriosas e irresistibles aguas”. Poco después, padre Casto, ambos contemplábamos, tumbados en la cama, escuchando una cálida melodía, la luna en la ventana, el mar bajo su luz, silenciosos, contentos de saber que, entre esas estrellas, dos cometas chocaron una vez llevándose consigo cada uno de ellos un pedazo del otro, que había de acompañarle hasta el infinito. La cuestión, padre Casto, es que nuestro denuedo a lo largo de estos catorce días, ha resultado infructuoso, pues mi despertador suizo ha vuelto a sonar con sus destellos escarlatas. Tal vez, de haber logrado nuestro objetivo, que no era otro que engendrar, no le hubiera importunado con mis cuitas, pero, ante el fracaso, me remuerde la conciencia. Impóngame la penitencia, si ha lugar, y si no, padre Casto, ¿podemos seguir intentándolo?, ¿o estamos pecando?. Alicia Maravillosa Joaquín Botella García Los Dolores (Cartagena) Serbantes@ctv.es |
Ref: SERBANTES puesto el 31/10/99 22:01 |
LA CEREMONIA DEL ÓSCULO Sorprende encontrar en nuestro lejano pasado atávicos ritos que perduran entre nuestras costumbres. Así nos cuenta Séneca como era ya habitual entre los pueblos primitivos concluir el pacto conyugal con un beso públicamente dado y recibido. También los romanos aportaron su grano de arena a la configuración actual de los aspectos protocolarios concernientes a las alianzas perennes entre varones y mujeres, claro ejemplo son los esponsales. Hallo aquí, sin embargo, una notable diferencia entre aquí glorioso y eminentemente práctico pueblo y es nuestro – al menos en un primer tiempo, antes de que el cristianismo se confundiera con el poder civil- en el que el vínculo matrimonial subsistía lo que el “affectio maritalis”, terminado el cual se acabó lo que se daba, cada un a su casa y los dioses en la de todos. Paradigma ilustrador de esta aseveración, relativa a las pedidas de novia de la Hispania romana y la actual, fue din duda lo que aconteció en la de la novia de mi tío Julio –según me ha contado mi padre- ya que alguno de los asistentes, dado lo bien que fueron atendidos por los anfitriones, sugirió la idea de repetir el festín en otra ocasión, a lo que otro apuntó la idea de hacerlo con motivo del retorno de la novia –una vez casada se entiende- objetando el padre de ella que no se admitían devoluciones. Volviendo al ósculo, también es curiosa la historia que sucedió a María, la hija del tío Frolián: con sus estudios de informática y el equipo – aeropuerto que le permitían volar en la red sin enredarse, se puso a la tarea de encontrar novio. El asunto fue rápiodo, pues no le faltaban encantos personales ni, más que otra cosa, voluntad de casarse. Sus sonrosadas y lozanas mejillas recorrieron las pantallas de millones de mirones que intentaban contactar con ella, cautivos de angelical mirada. Tras un meditado debate interno de media hora comunicó D. Froilán que tenía novio y quería – más que otra cosa- casarse. Al padre no le pareció mal pero, claro, quería conocer al pretendiente. María le explicó, ayudada de una bola del mundo, que Max vivía también en Villaburros, sólo que en vez de Murcia, España, era de California, Eh!, Eh!, Uh!, Uh!, por lo que estaba muy ocupado y no podía venir, tan era así que no siquiera pudo presentárselo en directo, sino mediante unas imágenes de archivo –eso sí, muy recientes- en la que el encantador joven, visiblemente emocionado, saludaba a D. Froilán con un entrañable “Gelou, Dadi”!, mas el panocho no estaba dispuesto a dejarse llevar por las zalamerías del yanqui, así que dijo nones en tanto la relaciónÿ |
Ref: SERBANTES puesto el 31/10/99 22:04 |
LA CEREMONIA DEL ÓSCULO Sorprende encontrar en nuestro lejano pasado atávicos ritos que perduran entre nuestras costumbres. Así nos cuenta Séneca como era ya habitual entre los pueblos primitivos concluir el pacto conyugal con un beso públicamente dado y recibido. También los romanos aportaron su grano de arena a la configuración actual de los aspectos protocolarios concernientes a las alianzas perennes entre varones y mujeres, claro ejemplo son los esponsales. Hallo aquí, sin embargo, una notable diferencia entre aquí glorioso y eminentemente práctico pueblo y es nuestro – al menos en un primer tiempo, antes de que el cristianismo se confundiera con el poder civil- en el que el vínculo matrimonial subsistía lo que el “affectio maritalis”, terminado el cual se acabó lo que se daba, cada un a su casa y los dioses en la de todos. Paradigma ilustrador de esta aseveración, relativa aÿ |
Ref: SERBANTES puesto el 31/10/99 22:07 |
LA CEREMONIA DEL ÓSCULO Sorprende encontrar en nuestro lejano pasado atávicos ritos que perduran entre nuestras costumbres. Así nos cuenta Séneca como era ya habitual entre los pueblos primitivos concluir el pacto conyugal con un beso públicamente dado y recibido. También los romanos aportaron su grano de arena a la configuración actual de los aspectos protocolarios concernientes a las alianzas perennes entre varones y mujeres, claro ejemplo son los esponsales. Hallo aquí, sin embargo, una notable diferencia entre aquí glorioso y eminentemente práctico pueblo y es nuestro – al menos en un primer tiempo, antes de que el cristianismo se confundiera con el poder civil- en el que el vínculo matrimonial subsistía lo que el “affectio maritalis”, terminado el cual se acabó lo que se daba, cada un a su casa y los dioses en la de todos. Paradigma ilustrador de esta aseveración, relativa a las pedidas de novia de la Hispania romana y la actual, fue din duda lo que aconteció en la de la novia de mi tío Julio –según me ha contado mi padre- ya que alguno de los asistentes, dado lo bien que fueron atendidos por los anfitriones, sugirió la idea de repetir el festín en otra ocasión, a lo que otro apuntó la idea de hacerlo con motivo del retorno de la novia –una vez casada se entiende- objetando el padre de ella que no se admitían devoluciones. Volviendo al ósculo, también es curiosa la historia que sucedió a María, la hija del tío Frolián: con sus estudios de informática y el equipo – aeropuerto que le permitían volar en la red sin enredarse, se puso a la tarea de encontrar novio. El asunto fue rápiodo, pues no le faltaban encantos personales ni, más que otra cosa, voluntad de casarse. Sus sonrosadas y lozanas mejillas recorrieron las pantallas de millones de mirones que intentaban contactar con ella, cautivos de angelical mirada. Tras un meditado debate interno de media hora comunicó D. Froilán que tenía novio y quería – más que otra cosa- casarse. Al padre no le pareció mal pero, claro, quería conocer al pretendiente. María le explicó, ayudada de una bola del mundo, que Max vivía también en Villaburros, sólo que en vez de Murcia, España, era de California, Eh!, Eh!, Uh!, Uh!, por lo que estaba muy ocupado y no podía venir, tan era así que no siquiera pudo presentárselo en directo, sino mediante unas imágenes de archivo –eso sí, muy recientes- en la que el encantador joven, visiblemente emocionado, saludaba a D. Froilán con un entrañable “Gelou, Dadi”!, mas el panocho no estaba dispuesto a dejarse llevar por las zalamerías del yanqui, así que dijo nones en tanto la relación no se consolidase como Dios manda. Hablando con el cura, Raía –cuando fue a confesar las blasfemias originadas por la negativa paterna ante su intención de partir a la cálidas playas surfeñas para conocer, mas de cera, a Max- enteróse de la posibiliad de contraer matrimonio con procurador. Y así se hizo. Ocurrió, días más tarde, la noche de bodas, antes de, Max contempló en el vídeo de la ceremonia como Blas, el sacristán, llevado por esa irresistible fuerza que a todos no siempre ante la proximidad del sexo contrario, ejerció el derecho de representación introduciendo su lengua hasta el galillo de María, y, el americano, que o le gustaba hacer el indio, buen conocedor de lo cánones de la Santa Madre Iglesia, se abstuvo de pernoctar con su cónyuge, e inició el trámite par ala disolución del reciente consorcio, instando al Papa –no a D. Froilán- la dispensa del matrimonio rato y no consumado, presentando como prueba nº1 una copia del peli, y fundando la demanda en la incapacidad de María para asumir una, al menos, de las propiedades esenciales (y más conculcada) del matrimonio: la exclusividad del “iius in corpues”. El Romano Pontífice, teniendo constancia de las grandes ventajas de la soltería: paz, tranquilidad y la posibilidad de hacer felices a muchas personas, y suponiendo las inconvenientes del matrimonio: guerra, traición, y la seguridad de amargar a una sola toda la vida, y atendiendo, además, a la regulación que el Código de Derecho Canónico de 1983 contiene al respecto, resolvió reconocer la disolución del enlace, dispensando al afortunado Max y a la alegre María de soportar ese yugo que, según los católicos, únicamente la muerte quiebra. Joaquín Botella García Los Dolores (Cartagena) Serbantes@ctv.es |
Ref: SERBANTES puesto el 31/10/99 22:08 |
OTRA CARA MÁS DEL POLIEDRO Esta semana ha sido noticia en la prensa un caso de “ocupa” bastante chocante. La verdad es que se me escapó en su momento, entre otras cosas porque no se difundió a bombo a platillo, pues quien sufrió el allanamiento de su morada no quiso comparecer antes los medios de televisión (de fuera de nuestra región), ni que se le hiciera un reportaje para la prensa, por estimar, y con razón, que no era para tanto. Casualmente somos grandes amigos, y hoy me lo ha contado. Me ha llamado mucho la atención ya que, hace escasos días, planteaba yo desde estas líneas la imposibilidad de reinsertar a delincuentes procedentes de barrios marginales: no habían estado nunca insertados. El “ocupa” que ahora me ocupa es diferente pues se trata del hijo de un prestigioso profesional liberal, perteneciente, por ende, a la clase media, y la cuestión que asalta es otra: ¿porqué?. Los hechos fueron que Jaime llegó, como casi todos los fines de semana, pasada la medianoche, el sábado, a su casa de la playa. Al abrir la puerta oyeron la televisión, su mujer comentó (para su coleto): “Jo, tío, que despiste tiene éste, s´a dejao la tele puesta toda la semana”. Nuestro común amigo Julián, a quien cedieron el paso en la entrada, dijo: “oye, aquí hay un tío durmiendo en el sofá”. La ropa de Jaime envolvía a unos treinta y cinco años de triste historia con pinta de vagabundo apaleado. Sin mucho esfuerzo intentó marcharse, ni siquiera hubo forcejeo. Cuando la Guardia Civil leyó sus derechos al recién rescatado de los brazos de Morfeo, mis tres amigos (que casi rozan la cuarentena, por la banda de arriba) se pellizcaron para comprobar que no estaban soñando con una “peli” del F.B.I. Al regreso del cuartelillo los sentidos estuvieron en condiciones de percibir las sensaciones dejadas por el no tan fugaz visitante: la llave de paso tiene sus dificultades para ser encontrada: el olfato no engaña: no podía haber llegado esa tarde; el frigo vaciado; las rendijas de las persianas tapadas para evitar salir la luz; los restos de comida y cubiertos sucios ratificaban el aspecto de abandono general que emanaba del curioso personaje. Días más tarde se enteró de su filiación. Todos conocemos a su familia en la villa del Icue. Hace tiempo que ha sido expulsado de su casa, vaga de aquí para allá sin oficio ni beneficio, cumpliendo, pues, los mandatos del Concilio Vaticano II, que aconseja poner fin a este caduco sistema de manutención del clero. Al comentarlo nos preguntamos lo mismo: ¿qué lo ha “desinsertado”?, ¿la falta de responsabilidades no adquiridas en el seno de una familia acomodada? (parece que no, hay otros hermanos que “han salido bien”); ¿su propia idiosincrasia?; ¿”las malas compañías”?… ¡vaya Vd. a saber!. Jaime, pasado el trago, se pregunta sino hubiera sido más sencillo todo, e igual de efectivo, haberlo dejado marchar sin más. Joaquín Botella García Los Dolores (Cartagena) Serbantes@ctv.es |
Ref: SERBANTES puesto el 31/10/99 22:09 |
MALVERSACIÓN, ¿DESDE CUANDO? Cuenta Indro Montanelli que ya Temístocles, en las guerras persas, ganó, para su peculio, unos trescientos millones de liras, y que César, tras ejercer un año en el cargo de propretor en nuestra Península, pudo devolver a sus acreedores los más de quinientos millones de liras que les debía (y hablamos de la paridad de los años cincuenta). Es verdad que eran otros tiempos, los de los albores del Derecho (incluso antes), aunque, por otro lado, al menos, los altos cargos de la Administración habían acreditado su valía, normalmente en el campo de batalla, antes de ser elegidos en el seno de unas democracias directas, no lo de ahora. Pero, aun así, vemos como el erario público siempre ha sido una golosina demasiado tentadora para los niños que la tienen a su alcance. No son paradigmas históricos los que escasean para ilustrar las diferentes edades que han transcurrido entre nuestros días y los dos mil quinientos años en los que he iniciado este periplo del mal uso de los caudales públicos, sino de espacio de esta sección lo que me lleva a tiempos más recientes, continuado con una prueba documental todavía más evidente que las citadas, como es el siguiente extracto del Libro de Actas del Ayuntamiento de Benferri, Alicante: Pleno de 13 de enero de 1932 ”Acto seguido el Señor Alcalde-Presidente expuso que el objeto de la presente sesión ordinaria era, conforme indicaba el orden del día, el de proceder al nombramiento de un Abogado para que instruyera el oportuno expediente de responsabilidades contra los Administradores del Pósito del Ayuntamiento anterior, por las irregularidades observadas en el mismo…” Acercándonos en el tiempo viene a mi memoria el caso de la primera comida con cargo a los presupuestos municipales a la que, en mi calidad de secretario de ayuntamiento, asistí, acompañando al alcalde y al concejal – tesorero; reunión carente de sentido, pues tuvo lugar en un caro restorán de la ciudad de Albacete, bastante alejada del pueblecito en el que los tres ejercíamos, a instancias de dicho tesorero, quien encargó el siguiente menú sin preguntarnos a los demás qué nos apetecía: salmón ahumado noruego, solomillo, finos postres, rioja del bueno y café (no fumaba). Por la forma de comer este edil diríase que no había cenado la noche anterior. Y se acabaron las líneas de la sección. Una pena, con tantas cosas que contar. Joaquín Botella García Los Dolores (Cartagena) Serbantes@ctv.es |
Ref: SERBANTES puesto el 31/10/99 22:10 |
LA NUEVA ESCLAVITUD Resulta tremendamente contradictorio encontrar dos temas de rabiosa actualidad cuales son el paro y la escasez de oferta de trabajo en algunos sectores, como son la agricultura, construcción u hostelería (sobre todo en temporada estival). Sin lugar a dudas con la democracia ha llegado el nuevo estado social, desarrollado en el seno del sistema neocapitalista, originándose las grandes diferencias sociales que son una de sus características. Así encontramos grandes mansiones pertenecientes a poderosos, en las que no falta nada para intentar conseguir lo más parecido a los privilegios que gozaban los emperadores romanos o los zares rusos, dueños de las almas de sus súbditos, (ejemplo reciente es la última película de Kubrick); y, no muy alejados, vagabundos durmiendo a la intemperie, marginados viviendo en chabolas, inmigrantes hacinados en casas desvencijadas, cocheras, casetas de labranza… que se pueden ver con más facilidad, sin necesidad de ir al cine. Eso sí, este nuevo estado, aprovechando las carencias que conocieron los abuelos de la posguerra, y el obligado silencio de sus hijos (que acabó por hacerles creer que el orden consistía en obedecer), tienen bien presente repartir algunas migajas entre ciertos sectores y ofrecerlas como grandes servicios, presentados de tal forma que hacen olvidar que las pagamos los ciudadanos (“porque nosostros hemos…” ¿con el dinero de quién, señores?). Vladimir y Marcial vinieron de Moldavia con un visado turístico de tres meses, aunque en realidad andaban buscando la tierra prometida, que de hecho han encontrado, como Fátima, que vino de Marruecos. Claro, entre tratar de sobrevivir en un país donde no hay trabajo y la corrupción alcanza tal grado que las tasas administrativas llevan siempre un recargo que sirve para cuadrar el parco sueldo del funcionariado, donde en la cárcel no comes si la familia no cuida de ello, y venir a trabajar 8 horas en verano en un invernadero por cinco mil pesetas al día, aunque no te den de alta en la seguridad social, aunque no tengas contrato de trabajo y trabajes hoy sí mañana no, según interese al dueño de la tierra, aunque el intermediario que te selecciona en la plaza a las siete de la mañana para ir a trabajar (rememorando la cruda realidad tan bien representada por Steinbeck) se quede con la mitad de tu sueldo, estás en un país que va bien… y para otros mejor. Joaquín Botella García Los Dolores (Cartagena) Serbantes@ctv.es |
Ref: SERBANTES puesto el 31/10/99 22:11 |
QUERIDOS CHORIZOS En mi anterior carta al director narraba como el sábado pasado mi amigo Jaime se sorprendió sorprendiendo a un “ocupa” en su casa de la playa y, mira por donde, a los pocos días me llama mi ahijado Vladimir, el moldavo ilegal que trata de sobrevivir en esta España, empujada hoy viento en popa, cuya corta memoria le ha hecho olvidar que no ha mucho se buscaba la habichuelas cortando uva, de mala uva, en tierras gabachas, y me dice que la luz de mi playero hogar está encendida. Al igual que Jaime al oír la televisión mientras abría la puerta de su segunda residencia, pensé: “¡qué cabeza la mía!, desde hace casi un mes que estuve allí… ¡y qué falta de solidaridad, gastando innecesariamente lo que, aunque yo sí pueda pagarlo, España no!. Dos días más tarde es la vecina de abajo, y propietaria de edificio, la que me llama contándome que han entrado los ladrones y han dejado todo revuelto, por lo que, en su calidad de propietaria, había denunciado los hechos a la Guardia Civil, a quien yo debería dirigirme una vez comprobado qué habían sustraído los indeseados huéspedes. Así que el sábado por la mañana, mi mujer y yo, con la típica exasperación causada al pensar: “precisamente el fin de semana anterior íbamos a recoger la ropa de invierno, ¡me cachis en diez! (expresado literariamente), seguro que se han llevado el chaquetón de piel -lo único que tenía valor- hay que fastidiarse…” (también en lenguaje literario), y haciendo acopio de paciencia para echar la mañana reordenando, barriendo los vidrios rotos de las dos copas de Leonardo con las que, rebosantes de Dom Perignon, celebramos apasionadamente su último aniversario, y fregando, en vez de aprovechar el espléndido día como los envidiables cuerpos que yacían plácidamente sobre la arena, abrimos la puerta de la casa de Los Narejos. Inmediatamente comprendí que, afortunadamente, Dolores (la vecina) tiene un sentido del orden muy diferente al mío: todo estaba en su sitio, la ropa colgada de los respaldos de las sillas, libros por acá y acullá, una botella de agua en la estantería… en fin, lo normal. Es verdad que el cristal de una de las dos hojas de la ventana del salón –lo imprescindible para entrar en la casa sin llave- estaba hecho añicos por el suelo, y que las puertas de los armarios estaban abiertas, con alguna caja esturreada sobre el sofá, pero, por lo demás, sin novedad. ¡Uf!, ¡qué alivio!, ¡se salvó la extraordinaria de Navidad!. Así pues, queridos chorizos, como el que no se consuela es porque no quiere, y bastante tengo yo con esperar a que casero se encargue de avisar al cristalero, por lo que a mí respecta, os doy las gracias por haber respetado lo que no os era de utilidad y haber hecho gala de una profesionalidad de la que más de uno debiera tomar nota. Hasta la próxima. Joaquín Botella García Los Dolores (Cartagena) Serbantes@ctv.es |