Ref: puesto el 24/2/99 0:18 |
LA HISTORIA MÁS TRISTE (I) Sacó un mazo de folios de la carpeta y lo puso sobre la mesa, con el gesto propio de lo irremediable. Las botellas de birra tintinearon asustadas, pero nadie se inmutó. Continué envuelto en volutas de humo de cigarrillos ajenos que sólo yo respiraba. Perdido en el hastío y en la absoluta incomprensión, me retrepé en el asiento, apurando la rubia, distante, bebiendo a gollete. -El productor dice que tu guión del corto está de puta madre, pero que no nos lo financia. -Ya me parecía a mí que tardaba demasiado en contestar. -Tal vez si pidiésemos un préstamo al banco… -en ocasiones a Antoñito el fantástico le daban arranques osados. -Tal vez podría empeñar un ojo de la cara. O incluso un huevo. Ya puestos… -mi ironía fraguaba en descaro. -Espera, ¿habrá algún monte de piedad por aquí cerca? -se ahogaba de humo y de risa. -Tú mismo, cariño -bisbiseé desganado. El último trago amargó el paladar. Mientras cerraba los ojos y creía estar muy lejos de allí, la música del pub me embriagaba al punto de la indiferencia. Sentía plomo en la vejiga. Como en sueños, el sonido de Rem se mezclaba con el de una escaleras de voces que subían y bajaban con gradual imprecisión. Noté que alguien se escoraba hacia mí con una ráfaga de aliento nicotínico, amable. -¿Mal día, compañero? Durilla la Economía e inservible el Canónico, ¿no? -Que me den por saco, Arturo. Que me den. Palmeó en mi hombro. Agradecido porque nunca le sobraran las palabras, seguí la estela de su voz: trataba con otros sobre la escasez y la necesidad, el hambre y la injusticia en el mundo, valiente perorata a deshoras la de un futuro economista brillante. -Ahora vengo. -Saluda al señor Roca de mi parte -Antoñito también sabía hacer de cuando en cuando advertencias grotescas. Entonces la vi: fue después, en el aseo, donde revelé la instantánea que antes la memoria no creyó haber hecho. Pálida y delgada, con el cabello color trigo y una insinuación de carmín en los labios, se acodaba indolente y solitaria en la barra, imbuida en sí misma, hermética. La había visto otros viernes noche sin que su presencia me despertase un instinto de enigma o deseo. Ni mucho menos de amor. Mientras secaba mis manos como podía, pues en vez de toalla había una especie de bayeta mugrienta, mirándome al espejo sentí la vejez correr por mis venas, no por mis rasgos faciales, cortados ya por las aristas de la primera madurez, sino por quedar instalado en la pesadumbre existencial que me llenaba de excrúpulo al ver que estaba en un lugar donde se hacía evidente la miserable condición humana, cuando años o incluso meses antes habría excitado mi lujuria o tan sólo mi confabulación de compartir un secreto prohibido, quizá un simple cigarrillo entre varios. Había bebido más de la cuenta, seguro, y eso me hacía pensar en cosas raras: abrí la puerta del aseo prometiendo que nunca más leería a Sartre y que el examen de Penal comenzaría a prepararlo el lunes, así se hundiera el mundo. Nathalie Imbruglia se metía por los oídos vivificándome con una savia jovial y tan fresca como las risas de las tres chicas que tenía sentadas al lado. Infancia alegre y donde se sintieron queridas, supuse mientras la mirada bovina de Antoñito me decía algo que no lograba entender, adolescencia cauta, esperanzada y tal vez un punto atrevida, como la mía, la de todos. Juventud llena de expectativas, truncadas unas, germinantes otras. Antoñito hincó su codo en mi bazo. -¿Pero no ves que está llorando, macho? -¿Quién? -desconcertado, Arturo detuvo su disertación económica como si lo hubiesen pillado en fuera de lugar. -Pues esa chica, joer¡¡ -Ah, sí. La otra noche, poco después de marcharos, hizo lo mismo. Fue de pena. Mi novia, que la conoce de algo, tuvo que acompañarla a su casa. ¿Pero pedimos otra ronda o qué?… JOSCRIPT |
Ref: /PAL puesto el 24/2/99 0:24 |
Mañana te mando unas letricas. Betosss. |
Ref: As de Picas puesto el 24/2/99 0:28 |
hale!, pagina inagurada ;-) |
Ref: As de Picas puesto el 24/2/99 0:29 |
Hale, y ahora no encuantra la pagina del parque! |
Ref: As de Picas puesto el 24/2/99 0:29 |
Hale, y ahora no encuantra la pagina del parque! |
Ref: duende... puesto el 24/2/99 1:03 |
Y como un sueño, como ese sueño que ha intervalos se nos aparece, dónde reconocemos el sueño, pero en cada sueño sientes algo distinto. Como ese sueño, que no sabemos en cual noche nos mostrara sus encantos, ni que capricho lo trae a nuestra almohada ni que amanecer se lo llevará. Como un sueño, eres tú. Con tu voz, mis pies bailan.... con tu mirada, mi sangre es fuego, de tus manos recojo la magia de la vida... |
Ref: Ráscame la espalda puesto el 24/2/99 9:21 |
-. Tráeme una manta, Paulina.- Carmen ajustaba cuidadosamente las sábanas con las que había envuelto todo el sofá, escondiendo completamente el cuerpo que yacía en él.
Paulina la ayudó en la desagradable tarea. Formaban un buen equipo, y cuando el timbre de la puerta sonó, el tresillo había dejado de existir, transformándose en un bulto envuelto en mantas que impedían descubrir lo que se ocultaba en su interior. Habían limpiado los rastros de sangre del suelo, incluso les dio tiempo de encerar el terrazo dejando un aspecto brillante y limpio al comedor. Paulina adoraba la pulcritud, y Carmen era una fanática de la limpieza. Entre ambas, los resultados obtenidos eran excelentes. Los delantales que emplearon para no mancharse con la sangre del difunto, y la ropa ensangrentada de Paulina, fueron depositados cuidadosamente junto al cuerpo. Nadie podría decir que allí se había matado a un hombre. Carmen le franqueó la puerta a Roberto. Había esperado volverle a ver, incluso soñó con ello durante un tiempo, deseando que Roberto cayera a sus pies pidiéndole perdón, un perdón que ella se resistiría a otorgar. Pero el encuentro en el recibidor, fue breve, ella no tenía tiempo para oír los argumentos que él había ido estudiando por el camino. Aunque tuvo que reconocer que su corazón aumentó el ritmo cardíaco con su presencia. Carmen se serenó, le hizo pasar a la cocina donde Paulina les esperaba con sendas tazas de café recién hecho, y tras las presentaciones, le rogó que tomara asiento en el banco de roble. Roberto se sentía extrañamente incómodo entre aquellas dos mujeres. Una le parecía una "marujona" sacada de algún programa de televisión. Inmensa, de anchas caderas y tetas sujetas con un refajo imposible de contener. La cara redonda y una papada que impedía adivinar donde terminaba la barbilla y donde empezaba el cuello. Sus brazos, una mole de carne colgando por la sisa de esa bata sin mangas a cuadros verdes y azules que habría comprado en algún mercadillo, permitían adivinar una fuerza inusual en una mujer de su tamaño. Rolliza, teñida de rubio por algún peluquero que había prescindido de ir a clase el día que se enseñaron los tintes, y con dos pinzas en el flequillo para dar forma a cuatro pelos mal estirados que no se dejaban convencer; aquella mujer le recordaba a la protagonista de una película italiana rodeada de hijos y cocinando pasta para todos ellos. Los ojos diminutos, se perdían en una cara sin expresión, lo mismo que su boca, un surco entre dos carrillos mantecosos que pedían a gritos ser pellizcados. En cuanto a Carmen... La cabellera negra le llegaba por los hombros. Su cara huesuda, ovalada, se distanciaba del esternón por un largo cuello del que había logrado disimular la nuez, una nuez pequeña que siempre ocultaba bajo pañuelos de colores horteras. Su extremada delgadez, aumentaba sus atributos pectorales siliconosos que nada tenían que envidiar a Ana Obregón. Y aunque un poco estrecha de caderas, había logrado aumentar de talla gracias a la gimnasia que practicaba todos los días de la semana ante el espejo de su cuarto de baño. A eso, y a los postizos que solía llevar cuando se enfundaba en esas ridículas faldas que usaba, más cortas de lo permitido por el buen gusto. De todos modos, y sin comprender por qué, se sentía fascinado por Carmen. Era el mejor amante que había tenido, y eso que había conocido a muchos de ambos sexos. Pero Carmen era apasionada, imaginativa e incansable, cosa que a él le volvía loco. Sí algo le gustaba más que el juego, eso era el sexo. Siempre estaba dispuesto, y si se encontraba sin pareja en algún momento, no podía evitar su desahogo personal. Recordaba aquella vez, la primera con Carmen. La recordaba con cariño, como una experiencia casi mística, en la que ella había preparado el encuentro en su casa rodeada de velitas de colores y de fragancias extrañas que invadieron su pituitaria dulcemente, llevándole a un paraíso desconocido de los brazos de aquella amante inusual. Cuando la desnudaba lentamente, sintió la dureza de sus pechos, sujetos por una minúscula pieza de lencería fina. La blusa saltó, lo mismo que los sujetadores, dejando al descubierto una obra de arte. Siguió desnudando a Carmen, descorriendo la cremallera de aquella falda enana de crep negro, hasta llegar a una finísima braguita de ensueño. Y bajo las braguitas... ¡Sorpresa! Pero no le importó. En el fondo eso hacía que su atractivo aumentara a sus ojos. Eso y los aromas afrodisíacos que envolvían todo el saloncito decorado con una alfombra violeta. -. Te he hecho venir por una simple razón.- Carmen absorbía su café lentamente, y dejó la taza sobre el mármol negro. -. Sé que necesitas dinero.- Roberto asintió sin interrumpirla.- Y que esa necesidad es de suma urgencia.- Paulina sacó del armario una galletitas que fue depositando sobre una bandeja de plástico decorada con unos dibujos pequeños y de colores estridentes. -. Para que té de esa cantidad que necesitas, debes hacerme un pequeño favor. No es nada a comparación de lo que necesitas.- Roberto la miró a los ojos. Conocía a Carmen, y sabía que mentía. Deducía por su mirada, que ese favor era mucho más importante de lo que ella quería admitir. Pero en ese momento necesitaba el dinero, y lo necesitaba a primera hora de la mañana. -. Ya te lo he dicho por teléfono, Carmen. Haré lo que sea, cuanto me pidas a cambio de que me saques del apuro.- Carmen cogió una galleta, la miró y volvió a depositarla sobre la bandeja. Paulina se sentó en el taburete de madera pero volvió a levantarse. No sabía que posición adoptar. La faja le apretaba demasiado y se le clavaba en el pecho. Mejor sería desabrocharse un corchete del refajo, pero no podía hacerlo delante de aquel desconocido. Por muy amigo que fuera de Carmen, ella no iba a dar el espectáculo ente un extraño. Lo pensó mejor y se puso de espaldas al recién llegado, como queriendo coger algo de encima del mármol. Uf... Por fin lo había conseguido. El corchete se desabrochó y Paulina sintió la liberación de sus carnes. -. Creo recordar que una vez, describiendo la fábrica en la que trabajas, mencionaste que hay una gran cuba repleta de ácido.- Roberto sintió un escalofrío recorriéndole el cuerpo al escuchar a Carmen. No sabía por qué, pero esa afirmación le erizó el vello. -. Así es. Es una enorme cuba donde se depositan los ácidos. Hay otra de colorante... ¿Por qué la de ácido precisamente?.- Roberto miraba a su interlocutora a la espera de su respuesta. -. Y el ácido corroe cuanto cae en él. ¿No es así?.- El joven empezó a sentirse más incómodo que cuando se sentó. La mujer llamada Paulina, le miraba de reojo, evitando mirarle de frente. Eso no le gustó nada. -. Efectivamente. En pocos minutos, dependiendo del tamaño de lo que caiga en él, desaparece cualquier cuerpo sólido... - No lo pensó cuando lo dijo.- ¿A quién hay que tirar dentro de la cuba de ácido?.- Paulina palideció y se irguió sobre el taburete. Pero Carmen no cambió de expresión. Escrutó los ojos de su interlocutor. Que bellos y grandes ojos tenía aquel maldito. Si pudiese saltar sobre él y tumbarlo sobre la mesa de roble, lo violaría en ese mismo momento. Pero se contuvo. -. A quién no, Roberto. La pregunta correcta es ¿qué?. .- se levantó y le pidió a su amigo que la siguiera hasta el comedor. Le señaló el sofá envuelto en mantas. - Ahí lo tienes.- -. Joder.- exclamó el joven sorprendido. - Y ¿he de mover yo sólo ese bulto y bajarlo los seis pisos?.- Su cara se contrajo contrariado.- ¿Y Por qué quieres tirar eso en una cuba de ácido?.- Carmen no se dejó intimidar. -. No es de tu incumbencia, Roberto. Tu sólo has de limitarte a mostrarme el camino de la fábrica y a abrirme las puertas hasta el almacén donde guardáis el ácido. Del resto me ocuparé yo. Tu sólo debes pensar en las quinientas mil que necesitas y.. - -. Ochocientas, Carmen. Desde la última vez que te vi, el importe ha subido un poco. Ya conoces mis aficiones por el juego. Y últimamente la suerte no me acompaña.- Carmen le miró con desprecio pero no objetó nada. No sabía si Roberto decía la verdad o se aprovechaba de la situación. Pero estaba segura de que acertaría sí pensaba esto último. -. Y las necesito para mañana a primerísima hora, cariño. Es vital que cuando abran los bancos, pueda tener ese dinero en mi poder.- Carmen asintió brevemente.- Lo tendrás.- Dijo en un susurro.- Lo tendrás- Continuará... Áuca |
Ref: Proxi al parque puesto el 24/2/99 9:34 |
Buenos días Porque el suave vaivén encontró la noche. Porque las estrellas se arrimaron al esconderse el sol, Porque no hay nada mas justo que lo que mereces. Porque leves lágrimas de lluvia se pierden en el río. Porque no puede ser de otra manera. Por eso y porque no puedo olvidarte, no te olvidaré. ***Proxi con la moda de las fusiones... |
Ref: ¡¡NO HAY BONOSBIRRIAS!! puesto el 24/2/99 16:06 |
INFORMACION EN QUEJIOS!!!! |
Ref: RECUERDOS puesto el 24/2/99 18:32 |
Dichas que yo merecí en pago de amor sincero, por tan obscuro sendero ¡Qué tristes llegais a mí! No son todos los maridos de una suerte, bien tratados. Ni tampoco los ducados, de los que hay arrepentidos ------ PSEUDO |
Ref: puesto el 24/2/99 19:07 |
Alquien podría decirme como puedo borrar las direcciones del caché? Es urgente. Gracias. |
Ref: Tvr a Pal puesto el 24/2/99 20:46 |
Ya toi en barselona, hija, pa cuando ese cafelillo? |
Ref: puesto el 24/2/99 20:53 |
LA HISTORIA MÁS TRISTE (y II) Me declaré abstemio reversible, tenía ya bastante con lo que iba a intuir. Ni el humo ni el alcohol ni el sopor de la noche impedían que viera su llanto interior: la expresión del rostro, sereno y apacible, no casaba con las lágrimas que lo surcaban y que sus manos hacían desaparecer. Era extraña su inexpresividad esencial, hija acaso de la soledad infinita que la circundó cuando niña: cuando se encuentra solo no se gimotea ni se solloza pues nadie hay a quien acudir, me dije con una lucidez entre beoda e idiota que me estremeció igual que ella se estremecería de pavor el día en que algo le explotó en las entrañas y sangró sus primeras sangres y nadie le previno ni le dijo nada, acudiría a la madre que daría una callada por respuesta, supuse que desdichada y clandestinamente confeccionaría compresas con servilletas de papel. -… porque la mala conciencia de Occidente, con respecto al Tercer Mundo, se alivia con un porcentaje anual sobre el IRPF de cada país para Ong´s. Y santas pascu… -Ahora que lo pienso, soy realmente odioso. Un verdadero hijo de puta -interrumpí la conversación con determinación esquizofrénica. Escuché carcajeos a mi alrededor y reconvenciones a no fustigarme más de la cuenta: Arturo pasó su brazo por mi cuello para susurrarme al oído que estuviera tranquilo, que luego él me llevaría a casa pues el gracioso de Antoñito, sibilinamente, había tenído la infeliz idea de emborracharme poco a poco sin yo saberlo: sería probable o imposible, pero lo que en realidad me estaba narcotizando era la historia que urdía obsesivamente en torno a la chica de la barra. La historia ficticia y el miedo abstracto a que fuera cierta al yo inventarla. Por eso me despreciaba a mí mismo. Por eso no quería seguir. Enconada en la inmóvil introversión, hierática, la chica había dejado de llorar. Digna y seria, rompió su estatismo llevándose un vaso a los labios. Ni en sus ademanes ni en sus gestos se advertía signo alguno de debilidad. Curtida y silenciosa, me dije, sufrida como cuando a los doce años empezó a sentir fiebre y dolores de cabeza y de ingles y en el pecho que se le empedró. Nadie le contaría nada, ni siquiera las amigas de confianza que no tendría, una palabra de aliento o estima. Giró de súbito la cabeza hacia un punto que no logré distinguir, se recogía con la mano un mechón despeinado de igual modo a como lo haría una mañana al salir de la ducha y verse frente al espejo joven, bonita y deseable. Empañado de vergüenza, más si cabe que el vaho de su propio recuerdo difuminado, intenté no imaginar más. -… pimpollooos -Arturo parecía cansado-: yo no niego el desarrollo tecnológico que trajo consigo la Revolución Industrial; lo único que digo es que se llevó a cabo explotando a las clases trabajadoraaas. -Y ahora -Antoñito me señalaba índice en mano- este cabrito de facha dirá como siempre que, por contra, la Revolución Bolchevique alumbró la igualdad en detrimento de la libertad. Me encogí de hombros. Estragado por el alcohol y el infortunio, en nada me importaban sus retos dialécticos, el guión de marras, la carrera o el mundo. En el último meandro de la razón atisbé a comprender que en toda revolución se cometen barbaridades, y que en la sexual no iba ser menos: se llamaría Óscar o Javi o Miguel, y tendría una sonrisa entre dentrífica y canalla que la volvería secretamente loca y devota de su cuerpo, quién sabe si de su alma, para irse una noche con él maniatada a la certidumbre de que no pasaría nada, aunque no tuviera siquiera los quince, porque iba a tocar el cielo con las manos. Podría ser mi hermana, me dije, y entonces supe que continuaba inventando, podría ser mi propia chica incluso, y el estupor me sacudió con idéntica virulencia a la desatada brutalidad con que aquel esbirro la despojaría de sus ropas, servil e hipócrita, suplicándole que se dejara llevar no por una brisa de caricias y ternuras conducentes a alcanzar el gusto cumplido del amor, sino por una presurosa refriega carnal mientras ella diría que esperara un poco, que más despacio. Pero todo se volvería tumultuoso, irreparable: aunque ofreciese una tenue resistencia al principio, asumiría la noción errónea de que no otra sería la liturgia empleada y no otro sería su papel que el de abandonarse, yacer en posturas previsibles con las piernas abiertas y los ojos anegados de lágrimas, esquilmada de autoestima al creerse anorgásmica, llena más tarde de confusos sentimientos hacia los hombres, intoxicada de angustia y desolación, sintiendo tan sólo en ese instante que una goma hinchada la desgarraba por dentro. Así desde los catorce. Ahora tenía dieciocho. Acartonada en sus pliegues más profundos, vacía de esperanzas, perdida. -Uy, uyy, uyyy¡¡ -la novia de Arturo, que con otras amigas había entrado en el pub, me envolvió con mirada de tierno regaño- ,qué ojitos llorosos de borrachín tienes, hermanito¡¡ -Ahora mismo nos lo llevamos a casa -Arturo se había puesto en pie. Sentí su brazo guiarme mientras Eva nos habría paso. En la barra se detuvo un momento y yo bajé la cabeza: me daba pudor mirarla de frente, el instinto de hacer algo por ella que inútilmente podría hacer jamás. Se besaron. Prometieron escribirse. En un descuido de vergüenza le robé la imagen de una vaga sonrisa que guardé y hoy ya no sé si rememoro o invento. Salimos a la calle. -Pobre chica y qué triste historia -comentó mi hermana. Y entonces, aun medio borracho, maldita y afortunadamente comencé a recordarlo todo. Fue la historia más triste. JOSCRIPT |
Ref: Poly puesto el 24/2/99 22:32 |
Pues aqui estamos de nuevo.... Y digo de nuevo porque es verdad. He pasado unos días algo malillos, podriamos decir. Bueno, lo cierto es que yo tambien me pongo malito, de vez en cuando y esta vez se han cebao conmigo. En fin.... dejemos ya el rollo patatero de que si estoy malo o no y manos a la obra.... Pues nada que estaba yo pensando que podria ver la tele o algo así, pero cuando he ido a enchufar el "parato", pos no me ha gustao nada lo que daban y me ha dao por ponerme aqui delante y escribir lo primero que se me ocurriera. Y eso hago.... ¿Y que se me ha ocurrio?.... Pues que va a ser..... una poesia para variar un poquillo. Pues venga, marchando una de recien tostada...... P.D. Prometo responder a todos los emilios retrasaos que tengo en cuanto mis pulmones vuelvan a respirar con fluidez. Se han atrancao un pelin los jodios.... ...... Por cierto.... este viernes por la noche hay alguien que quiera hacer una mini kedada?. Lo tengo libre, yupi!!!!!!!!!....... Yo lo digo por si acaso.... Ya se posa la noche, con su dulce suavidad y vuelvo a notar tu roce, a orillas de mi paladar... Todos mis sentidos, se han vuelto a juntar. Mi corazón y mi mente, para volverte a recordar. Dentro de esta oscuridad, Por la que me gusta navegar, cierro los ojos despacio y me dejo llevar... En mi celestial jardín, te has vuelto a plantar. Cerca de aquel jazmín, en mi sueño terrenal. La noche se entristece, cuando te vuelvo a pensar. Debe ser que no te tengo y eso... le hace llorar... Si el cielo azulado, fuese llama para calentar, los sentimientos sinceros, llenos de bondad. Este amor que por ti siento, ya se puede gratinar... Pues nada... a cuidarse y ha disfrutar que son dos días.... Un abrazo y un beso. Jesús. |
Ref: As de Picas puesto el 24/2/99 23:43 |
Maryluna, disculpa pero estaba liado con una cosilla, aun estoy en el chat ;-)) |
Ref: De la hemeroteca... puesto el 24/2/99 23:54 |
ROBERT CAPA EN NORMANDÍA ( VII ) : "Las costas de Normandía estaban aún a varias millas cuando las primeras detonaciones inconfundibles llegaron a nuestros atentos oídos. Nos ocultamos en el agua mezclada con vómito del fondo de la lancha y dejamos de observar la costa que se acercaba. La primera lancha vacía, que ya había descargado a sus soldados en la playa, se cruzó con nosotros en su camino de vuelta hacia El Chase, y el timonel negro nos sonrió alegremente e hizo el signo de la victoria. Ya había suficiente luz para disparar las primeras fotos y saqué mi primera cámara Contax de su funda impermeable de hule. La quilla plana de nuestra lancha tocó tierra francesa. El timonel bajó la proa de la lancha, recubierta de acero, y allí, entre las grotescas formas de los obstáculos de acero que sobresalían del agua, había una delgada franja de terreno cubierta de humo : nuestra Europa, la playa Rojo Fácil. Mi bella Francia tenía un aspecto sórdido y poco acogedor, y una ametralladora alemana que escupía balas alrededor de la lancha aguó completamente mi regreso. Los hombres de mi lancha avanzaban con dificultad con el agua hasta la cintura, con los fusiles listos para disparar, ante el fondo de los obstáculos contra el desembarco y la playa humeante. Al fotógrafo le bastaba. Me detuve por un momento en la rampa para sacar mi primera auténtica fotografía de la invasión." ( Fuente : suplemento dominical de El País, domingo 5 de junio de 1994. Especial 50 años del día D.) *** TIBERIO. MCMXCIX. Año : III *** |