Ref: AMOR puesto el 23/2/98 0:01
Todos anhelamos el amor. Lo buscamos desesperadamente, lo perseguimos, lo intentamos coger. Yo me quejaba de la ausencia de él, de no tenerlo a pesar de mirar por todos lados. Anoche apareció ante mi en la forma que menos esperaba. Yo estaba disfrazada de uno de los personajes lorquianos, con mucho frío en las manos, y la sensación de vacío que últimamente me invade junto a mi. Se presentó de forma suave, sin hacerse notar, cogiéndome entre mimos y abrazos. Yo como siempre preguntando demasiado, él respondiendo con una dulce sonrisa, yo despidiéndome, él diciéndome adiós, charlando los dos mucho, sintiendo. Dos horas de descubrimiento de los sentimientos, dos horas de sacar mucho de mi, dos horas de darme mucho amor -ya que antes yo estaba vacía-, dos horas que no puedo olvidar. Ya sé que el amor verdadero es dar sin esperar recibir, pero estaba cansada, agotada de darlo y no tenerlo, necesitaba sentirme amada. Me dió una lección magistral de amor. Y no creáis que hablo del amor de pareja. Hablo del AMOR con mayúsculas, de ese sentimiento que nos hace vivir, de ese sentimiento que si no lo tenemos es como si estuviéramos muertos, de ese no dejarse arrancar el tiempo, de ese no ver pasar la vida como si no la viviéramos, de ese sentir muy dentro de uno que estamos y sentimos. Anoche me recordaron la belleza de mirar a nuestro alrededor y deleitarnos por las pequeñas cosas, de emocionarnos y ser capaces de emocionar, de amar hasta el aire que respiramos. Me hizo temblar como hacia tiempo que no temblaba, me hizo mirar mi pequeñez ante el mundo sin intentar comprender lo que no se puede, solo vivir cada momento de forma plena. Le devolví el amor que me dio acrecentándolo por el paso por mi interior. Ahora sonrio con unos labios que hacia tiempo que no sentía, ya que ahora veo todo el amor que me rodea.

Una parquiana disfrazada en estos días de carnaval.
Ref: ROJO puesto el 23/2/98 0:06
Hay días que no comienzan al amanecer y hoy es uno de ellos. Hoy es un día feliz para mí, estoy contenta y realmente satisfecha. Me siento ligera, como un preso al que le acaban de quitar las cadenas. Y mañana será aún mejor que hoy porque así me lo he propuesto (y a cabezota no me gana nadie ;-DDD )
Y, como quiero compartir mi sonrisa con tod@s vosotr@s, me voy a permitir el atrevimiento de haceros unas cosquillas traviesas. Venga, a reirse, que la risa ayuda a hacer la digestión :-)))))))
Ref: diálogo puesto el 23/2/98 0:42
- Sonaba en la radio una canción que decía “Amores los tienen todos, pero quién lo sabe
cuidar...” Mire a mi madre mientras batía los huevos de una de tantas tortillas y le dije:
- Yo sabré cuidarlo, cuando lo tenga. Si hija mía, respondió sin saber muy bien que era
lo que le decía.
- El amor: Nadie sabe cuidarlo
- Ella: Yo pense que podía
- El amor: ¿ Lo mimaste?
- Ella: Más que a mi misma.
- El amor: Harías como todos, te sentarías en el sofá cómodamente.
- Ella: No, no, me encanta inventar cosas nuevas.
- Amor: Lo atarías con mil cuerdas.
- Ella: Creo que no, le deje volar y observe su vuelo. Después se posaba de nuevo a mi lado
- Amor: Espera, me necesitan.
- Ella: Espero, tengo tiempo
-Amor: Ya, mira,¿ves a esos dos? -Ella: Si, que tierno, el primer amor
-Amor: Si, son los que más me desgastan, se lo dan todo en un instante, hasta la vida
-Ella: Qué pronto se recuperan, y saltan a otro amor.
-Amor: Es todo tan nuevo, que se regeneran en seguida, eso te falto a ti.- Sigue hablando
-Ella: Sí, hablándote, pero no sintiéndote.
-Amor: Ja, ¿Pero cuanto duraras sin un amor? Te conozco hace mucho y no puedes vivir sin mi
-Ella: Claro, como no me vas a conocer, con la tabarra que te he dado. Pero ahora hablemos
-Amor: Sí supieras lo fácil que es. A veces me entran ganas de gritar ¡Tontos! He visto amores
preciosos, rotos por callar. Otras gritaría, - Pero no te das cuenta que no hay amor
yo tengo mucho, sal a buscarlo. Eso va por ti.
- Ella: Qué fácil para ti, que lo ves desde fuera
-Amor: Posiblemente no alimentasteis tu amor.
-Ella: Bueno, tenía momentos bajos, inapetentes. Pero otros hacía mía historias de amor ajenas
Tenía canciones que me hacían subir al cielo. Como aquella de “Esta noche me
voy a bailar, esta noche solos yo y ella ...” me ponía a cien.
-Amor: Pero aún no sabes, que las palabras se las lleva el viento. Que lo que vale son los
actos.
-Ella: Si, me ha dado cuenta, tarde pero me he dado cuenta.
-Amor: Seguramente os distanciasteis. No mostrabas interés por lo que a él le gustaba,
o al revés.
-Ella: No fue al revés, ese debió ser mi fallo. Mostraba interés por sus historias, demasiado
tal vez., hasta meterme dentro de ellas. Mi sueño, ser amigos, compartirlo todo
-Amor: ¿ No guardasteis algo de misterio, de inaccesible para ti?
-Ella: Cuando empece hacerlo, no mostró interés por ello.
-Amor: Agita fuerte las alas, vuela
-Ella: Estoy cansada, muy cansada.
-Amor: Espera..
-Ella : Espero, tengo todo el tiempo
-Amor: Necesitaban una dosis de amor. Han venido juntos a buscarlas.
-Ella: All except you...
-Amor: ¿Qué dices?
- Ella: Nada, recordaba. Me gusta recordar, ahora escucho canciones de amor, sin que me salte
el corazón. Es una cura. Te gusta esa que dice “Querer como te quiero no va caber ...”
-Amor: Me haces reír, ¿tú escuchar sin sentir.? Pero si das calambre.
-Ella: Ahora eres tu quien me hace reír. -Amor: Anda vete, pero no muy lejos, pronto estarás absorviendome hasta el último suspiro
-Ella: Pero ahora me tenderé en la hierba. Él que quiera algo de mi que lo busque. El que me
quiera, que se mate por mí. No volveré a luchar, que lo hagan por mi. No seré yo quien
seduzca.
-Amor: ¿Qué no vas a seducir? con lo bien que lo haces, no podrás resistirlo
-Ella: Si, ahora voy con gafas negras de día y de noche, para no mirar los ojos de nadie.
tendrán que quitarme las gafas.
-Amor: Venga, no seas dura. Quiero ver brillar tus ojos, que tu sonrisa llene las calles
-Ella: Me voy, tienes trabajo, pero no me alejo mucho, que el calor de los que te visitan
descongele un poco mi corazón.
Amor: Cántame una canción o recítame algo
Ella: Sólo se me ocurre “Tócala de nuevo Sam” no es original, pero es único.
(duende)
Ref: El Laberinto puesto el 23/2/98 0:59
Torinbela, escuho en silencio el secreto que le regalaban
-Gracías, le dijo, con una gran sonrisa. Lo guardare tanto
que ni a mi misma me lo dire.Quiero encontrar la salida
Buscar en otras puertas.. Además, veo personajes reflejados
en los critales.Todos tienen algo de mí y yo de ellos.
Quiero perderme con ellos, escuchar sus historias, sus historias me conducirán a la salida. Seguro que no lo hare
sola.Pero ahora estoy cansada. He caminado mucho. Me
quedaré aquí, sin entorpecer ninguna puerta.Torinbela, junto sus manos y apoyo su cabeza en ellas.Recordo aquella
que le susurrarón al oído. Comenzo a recordar los momentos maravillosos de su vida, la vida era maravillosa.A lo mejor
mañana, se tropezaba con Brazil o Mackay o Xispro..
Ref: Alec puesto el 23/2/98 1:35
Dí, ¿te acuerdas de los sueños,
de cuando estaban allí,
delante?
¡Qué lejos, al parecer,
de los ojos!
Parecían nubes altas,
fantasmas sin asideros,
horizontes sin llegada.
Ahora, míralos, conmigo,
están detrás de nosotros.
Si eran nubes,
vamos por nubes más altas.
Si eran horizontes, lejos,
ahora, para verlos
hay que volver la cabeza
porque los hemos pasado.
Si eran fantasmas,
siente
en las palmas de tus manos,
en los labios,
la cálida huella aún
del abrazo
en que dejaron de serlo.
Estamos al otro lado
de los sueños que soñamos,
a ese lado que se llama
la vida que se cumplió.
Y ahora,
de tanto haber realizado
nuestro soñar,
nuestro sueño está en dos cuerpos.
Y no hay que mirar los dos,
sin vernos el uno al otro,
a lo lejos, a las nubes,
para encontrar otros nuevos
que nos empujen la vida.
Mirándonos cara a cara,
viéndonos en lo que hicimos
brota
desde las dichas cumplidas
ayer, la dicha futura
llamándonos. Y otra vez
la vida se siente un sueño
trémulo, recién nacido.

Pedro Salinas.

Rojo... gracias.
Ref: Joscript a.... puesto el 23/2/98 1:35
Elizabeth: Muchas gracias, preciosa; es gratificante dar con la flecha de tu prosa en la diana del/a hipotético/a letor/a. Mañana tendrás mi versión de "El Laberinto".

Brazil o Shanon: No te entiendo, te juro que no te entiendo. ¿Me haces el favor de explicármelo a mi, como ya te remití anteayer, nueva y definitiva dirección de E-mail?...


P.D: Eli, dile al buen Proxi que te pase la mía, aunque Maryquilla ya la tiene. Tú misma.
Ref: Para Duende, de Alec. puesto el 23/2/98 1:38
...y sólo usaremos las gafas negras para ocultar las lágrimas de la risas que pasaremos cuando nos veamos de nuevo.
Un besote...
... y cuídate mucho... sobre todo tu sonrisa.
:-************
Ref: proxi al parque puesto el 23/2/98 7:47
Buenos días. El frío se cuela por cualquier rendija.
No permitiré que endurezca tu corazón, ni que hiele tus lágrimas.
*** Próxi bajando a por la terapia del té.
Ref: de Bono.. puesto el 23/2/98 10:43
Bueno, bueno...buenos días¡¡¡¡¡ Gracias a todos...pero es inevitable..que alguan vez te dejes llevar por la tristeza y por los recuerdos, y más yo que como bien sabeis en parque son la sensiblona numero 1, cosa que me alegra. LuPo...un abrazo mu fuerte, te recuerdo, mejor dicho, te recordamos en la distancia. además es un gustazo verte por estos mundos...Un besote, y espero verte más a menudo. Muackksss. #bono#
Ref: Halcón Peregrino puesto el 23/2/98 11:07
Sabes, te voy a esconder
en un pronombre.
Eres, eres una canción
aire ligero cernido entre las flores
y los nidos, duermen bajo tus pies
campos floridos, y es tu melena
un río verdadero, comienza en tí mi vida
Eres, eres mi enero,
que asoma en horizontes presentidos
eres algo así como mi comarca
de ríos conocidos, mi alta constelación
de marineros.
Por mis manos, te vas como una suave brisa
envuelves un jardín en un suspiro
y se abren mariposas en tu risa.
Eres, eres la sombra toda
eres la lumbre, y yo, yo levanto el corazón
y te aspiro, como el viento que viene
de la cumbre, toda es eso y más que no me
atrevo a decir, eres.

Para mi orquídea
Ref: Anterior puesto el 23/2/98 11:45
¡Hola webones! Sabeis que a todos nos gusta comunicarnos, es algo natural en el ser humano, pero hay una pregunta en el aire...¿por que cuesta tanto expresarnos?.A veces creo que escribiendo es más facil, supongo que muchos de vosotros/as estareis deacuerdo, pero aun así, expresar sentimientos a traves de las palabras, no resulta facil. Alguien sabe como griatrle al mundo me siento solo??.No, evidentemente la peor soledad es la que se siente entre la multitud. Seguiré escribiendo por aqui, si quereis comentar las preguntas que os plantearé, poco a poco, leeré gustosa vuestros comentarios. Un beso...de vuestra amiga...Ante
Ref: Miles Davis. puesto el 23/2/98 12:37
Recibido.
Ni lo tiro, ni lo regalo.
Me lo quedo.
Compartimos buen gusto, y no sólo musical.
Haré todo lo posible por escucharlo en buena compañía... tampoco me gusta oir el jazz en solitario.
Suerte... y Gracias.
[[]]

John Coltrane--tenor sax.
Ref: Para un Halcón Pregrino puesto el 23/2/98 12:53
Debajo de mis párpados, hay un lago oscuro,
negro como el negro de tu pelo,
plácido como el dulce palpitar de tu corazón.
Debajo de mi mirada tímida o penetrante,
hay un sentimiento que no puedo omitir,
la luz parpadea en mi ojos, brillante y cálida cuando te miro.
Debajo de mi piel , de mis músculos, de mis arterias y mis venas,
hay un corazón que te espera cada mañana, como los rayos del sol. Debajo de este rostro que amanece cada día con una sonrisa en los labios,
con una mirada de esperanza al nuevo ocaso,
tras este espacio que recubro con mi cuerpo,
hay un alma que seducida por tus palabras,
por tus gestos, por tu voz y por tus miradas,
espera, espera a que el infinito nos una bajo los brazos del amor.

Una Orquídea ...
Ref: Para Atlántico puesto el 23/2/98 12:56
Tengo el servidor jodido. Entraré por info. Nos vemos en huevo luego.
Ref: yum puesto el 23/2/98 13:58
Hay sentimientos que nunca me había planteado la posibilidad de poder sentir, cononciéndome como ya con cierta edad se conoce un@ a sí mism@. Tener dos ternuras, dos deseos y no sentir, hasta el momento, que son incompatibles. Más bien al contrario que conviven y me enriquecen. Pero esto es una ilusión pasajera y un acto egoista porque para alguien no somos tres. Y me importa demasiado. Pero no quiero comerme el coco, sólo permitirme hoy sentir a pulmón lleno esto.
Ref: Miles Davis puesto el 23/2/98 15:31

Parece ke hay okasiones en ke el korreo karakol vá más deprisa ke el otro ... ;-))

Tb para tí: suerte y gracias.
Ref: A LordLuPo puesto el 23/2/98 16:34
Bueno, ahora me que estoy solita y animada, te pondré al corriente, curiosillo, de lo último por estos mundos¡¡ je je Ante todo, no hemos vuelto a hablar seriamente depués de tu marcha, como es normal, pero quiero que sepas que realmente lo pasé mal, bastante tiempo, dejaste una huella dificil de borrar, pero todo se supera, y pensándolo friamente (cosa que aprendí de ti), las cosas no me van nada mal, y estoy bien. Es mentir, si te digo que no te recuerdo, si, es cierto, te recuerdo, pero de una forma distinta. Te agradezco, te tomarás esa ultima decisión antes de tu marcha, sin duda, fue lo mejor, y ahora me doy cuenta. Todo el mundo me dice, "Vive!!" y eso es exactamente lo que estoy haciendo¡¡¡. La verdad, estas ultimas semanas, han sido las mejores de mi vida, Madrid, el chat, la gente que me rodea...en fin...podria contarte un monton de anecdotas...pero todas buenas...je je. El pásado finde, pues genial, esta vez pasé de rollo gay (ya tocaba ¡¡) y nos largamos de carnaval, pero sin disfraz. Ya sabes, de disco, copitas....bailoteo....y hasta premio..¡¡¡ si si si, me han dado un premiote...nen...por bailar salsa, increible¡¡¡¡ Me siento realizada, ja ja ja, fue pura casualidad, en serio¡¡ Por cierto, el curro, como siempre, pero con una pequeña diferencia, mi sueldo se dobló el mes pasado, bien¡¡¡¡ ahora tengo más pelillas para el carnet, para el coche, para la fiesta...ya sabes..para el futuro ordenador...jajaj, para futuros viajes a Madrid..jajajajaja Nada, rei, espero que hayas recibido la carta, con la famosa fotito, y que te deleites con las bellezas de la cena (modesto baja¡¡) Estamos geniales, con la postura de foto para LuPo...jajajaja. Lo más importante, es que es ese momento te recordamos con cariño, los tres. Venga, a pasarlo bien¡¡¡ nos vemos en las nubes¡¡¡¡ Un besote. TE seguiré contando. Y si tienes alguna curiosity...pues lánzate y pregunta...je je je. Menos de amor, te cuento lo que quieras..jajajajaj. Otro besote. Nos leemos. #bono#
Ref: a Bono puesto el 23/2/98 16:48
Reina, te he leido hoy y me extraño de tu ausencia.pero a veces una debe dar la vuelta y dejar que los demas sigan su curso...no deberia ni tan siquiera escribir aqui, pero no he podido evitar mandarte un saludo y un besazo de tu amiga que te aprecia mucho. Anterior.
Ref: fitipaldi puesto el 23/2/98 16:56
Hola,¡alguien quiere charlar un rato'
Ref: W - 0000 - P puesto el 23/2/98 17:50
No te preocupes, cuando quieras y sin agobios
Ref: A Bono puesto el 23/2/98 17:59
Me aleeeeeeeeeegro q. todo te vaya de P.M. francamente me hace feliz saberlo, tengo ganas de verte y q. me lo cuentes personalmente pero de momento me conformo con tus cartas y el parke. Hablando de carta TODAVIA NO ME HA LLEGADO, caguen el cartero!!!! Estoy impaciente para ver las bellezas del chat. Es seguro q. me quedo por estas tierras hasta junio, por lo q. lamentablemente no podre asistir a la proxima cena, pero en fin, cosas del destino. Siento q. al principio lo pasaras mal, yo la verdad tambien lo pase mal pero crei q. era lo mejor para los dos Bueno te repito q. si quieres pasarte por Leicester tienes, una casa donde dormir, estaremos encantados de tenerte en nuestro hogar. A la espera de recibir tu cartita un Besazo LordLuPo
Ref: Para Atlántico puesto el 23/2/98 18:02
Estoy dentro ¿vienes?
Ref: "El Giro" puesto el 23/2/98 18:14
Todo era muy confuso ... . La oscuridad se había hecho mas impenetrable y húmeda. la Profecía parecía haberse cumplido. Froth buscó algo que le indicase donde se encontraba, una referencia por pequeña que fuera. Lo ocurrido parecía estar fuera de su alcance. Tras unos minutos de mudo pánico, aumentado por el grito de mil gargantas a su alrededor, su mente comenzó la composición del rompecabezas con las escasas piezas de que disponía. ¿Cómo pudo suceder ? ... vinieron a su mente antiguas leyendas contadas por los mas viejos; la Profecía había formado parte de sus cuentos desde la infancia: "El mundo girará vertiginosamente, ... crujidos profundos y ensordecedores, ... entonces las coordenadas cambiarán ... el arriba no será mas ... la oscuridad se hará profunda .... y el giro parará para siempre... y entonces la luz cegará ... comenzará la búsqueda"; estos míticos relatos comenzaban a asemejarse demasiado a lo que acababa de ocurrir. Minutos antes Froth se encargaba como todos los días de su trabajo de almacenista. Eso hacia que conociese muy bien todos los caminos de su complejo y algunos del nivel superior; el como jefe de decimotercer almacén tenía ese privilegio. De poco le servían ahora sus privilegios y conocimientos, las cosas ya no eran como antes aunque todo le parecía tétricamente familiar ... todo parecía pero no era,... al principio pensó que sería el efecto causado por la escasa luz que se filtraba entre el polvo en suspensión, pero cuando consiguió distinguir entre las polvorientas brumas las señales, que ya no estaban como siempre en las paredes sino que se distribuían por suelo y techo, la frase "el arriba no será mas" le golpeó machaconamente la cabeza. Pasados unos instantes, en los que su respiración sonó ronca y agitada, se obligó a reconstruir lo acaecido desde un principio, era necesario si quería orientarse y buscar una salida rápida a la situación: Estaba camino a su oficina ..., primero fue una vibración rápida, que le revolvió el estómago, acompañada de un ensordecedor ruido. Casi inmediatamente un profundo olor a hidrocarburo y madera quemada llegó hasta su experto olfato. Todos corrían gritando a su alrededor, soltando sus cargas y pertrechos. De pronto, durante unos instantes, la situación pareció normalizarse. El tiempo se detuvo y nadie parecía respirar. Fue entonces cuando pareció cumplirse la Profecía. Un lastimero aullido retumbó en su mundo. Un viento huracanado, jamas visto, recorrió los conductos empujándolo todo con una fuerza irresistible. Todo se revolvía en la colonia, las pesadas cargas que con anterioridad laboriosos peones dirigían al almacén de su nivel, volaban ligeras, pero mortíferas cuando aplastaban contra las paredes a los inocentes trabajadores que se confundían con ellas en su vuelo incontrolado. El viento fue sustituido por una lenta pero inexorable y creciente inclinación del complejo. Froth que había conseguido salir indemne del chorro de aire plagado de proyectiles, comenzó a incorporarse cuando, perdido el equilibrio, se lanzó contra la pared mas próxima en la búsqueda de un apoyo que su cabeza parecía no ubicar correctamente. Nuevos crujidos intermitentes y de desgarrador lamento, llenaron el aire de la cavidad. La inclinación aumento, su velocidad se incrementó en una progresion inimaginable, que hizo que Froth solo pudiese lanzar un mudo grito, abriendo su boca de manera inverosímil, mientras se apoyaba en la pared hasta el extremo de fundirse con ella. El primer impacto , seguido de estruendosos gemidos, fue de tal magnitud que Froth rebotó de pared en pared. En seguida, una desconocida fuerza le volvió a elevar bruscamente hacia un lado, para inmediatamente caer como resorte a su posición anterior. Este proceso se repitió varias veces ... no pudo evitar golpearse, en cada una de las ocasiones en que su mundo osciló con bruscos lamentos de madera rota. "El Giro" ... comenzó . Froth resbalaba alrededor de paredes, suelos y techos al unísono con el rápido giro de su mundo. Aunque sólo duró unos segundos, a él, le parecieron décadas. ¿ Qué pasó ? se preguntaba una y otra vez mientras observaba, por su único ojo sano, las heridas de su cuerpo y escuchaba, entre punzantes dolores, los miles de lamentos que le llegaban desde todas las galerías. Todo era muy confuso.... Tras unos breves instantes en los que pareció perderse en sí mismo, Froth comenzó a avanzar retirando con rabia los escombros que le entorpecían el paso. Los que aun podían caminar, reconociendo su superior rango, empezaron a seguirle calladamente. Nadie preguntaba nada. Froth callaba. Sus pensamientos no estorbaban sus intentos por orientarse en el caos, no sabía porque, pero lo sabía ... de no encontrarse con nadie de mayor autoridad, tendría él que dirigir a los que le seguían. La destrucción lo cubría todo, y Froth se dirigió, impulsado por esa desconocida fuerza, hacia una apertura de cegadora luz ... todos le acompañaban sin protestar a pesar de lo molesto que resultaba soportar esa luminosidad. Lentamente, pero sin pausa, comenzó el éxodo fuera de un mundo muerto, que hasta entonces había sido el único existente ... la búsqueda comenzaba. En lo alto, un musculoso hombre con una motosierra aun caliente en su mano derecha, se secaba el sudor que perlaba su frente, mientras observaba con indiferencia a una columna de blancas termitas emerger del árbol recién derribado, ... en lenta procesión. Honorio
Ref: A Aran/Redrose y Manu puesto el 23/2/98 18:25
Hacía más de un año que CANIBAL no escribía en los contactos de webon. Solo agradeceros el que me avisárais de vuestra llegada el sábado, fue genial. Me causásteis una grata impresión, me encantó la tarde que vivimos. Sólo deciros que, bueno, a tí, aran, que no escondas esos preciosos ojos verdes bajo unas gafas de sol ;), no la dejes Red, aunque corres corres un riesgo, jeje. Red, a tí, qué te puedo decir, vaya suerte te dimos, titi, nos ganásteis por dos a cero, ganó el barsa y perdió el madrid; a partir de ahora, seguro que te veré más por aquí ;-). Y a mi casivecino Manu, que le tengo a tiro de piedra, titi, y no nos vemos para nada. Cualquier sábado de éstos te doy un toque telefónico, que lo sepasss. Por cierto, Red, lo de la feria me lo pensaré. Esas dos horas y pico de viaje se convierten en segundos cuando sabes al llegar, te vas a encontrar con gente como vosotros. Y nada, sin más, os envía un saludo a todos, este cani, er cani de ahora, y er cani de hace 1,4 años, esperando dejar caer algunas letrillas por aquí, ya que, echando un vistazo por el alrededor, puedo ver tan buena gente como veo por aquí, algunas conocidas del canal. Hasta otra, ***Canibal***. P.D.: Manu, espero que la parienta no me pusiera verde por el retraso, ;-)
Ref: p/Alec/DeVille d/ Honorio puesto el 23/2/98 18:40
A ver que te parece mi "mendabiografia".Si te gusta, seguiré hasta el dia de ayer, o fué en Diciembre pasado? Es lo mismo, no? CAPÍTULO I Un día estúpido de mi estúpida vida. 20-Mayo-93. Sí, amigos. La Fiesta había pasado con la misma rapidez con la que le niegan un crédito hipotecario a un estudiante de EGB. Mis colegas y yo nos volvíamos a integrar en la consabida monotonía del típico estudiante universitario. Se inaguraba mi jornada con un terrible madrugón. Serían las 6.00 a.m. cuando mis pies contactaron con el frío suelo de la bañera. Serían las 6.02 a.m. cuando hizo lo mismo mi cabeza. Dentro de lo malo esto es lo mejor que me podía haber pasado, ya que el dolor consiguió despertar a mi adormecido ser. Después de la necesaria ducha venía el no menos necesario. Agua al fuego, cinco minutos y luego al tazón en el cual aguardaba el "capuchino" en polvo. Desgraciadamente, mis trasnochados ojos no me permitieron ver como un chorro del líquido elemento se abría camino entre los filamentos de mi albornoz mohoso. El destino del urente fluido no fue otro que aquella zona en la cual más nos duele una patada a los hombres. ¿Te imaginas cuál? Pues sí, esa misma. Tras el percance pasé de capuchinos y de leches, ya que tuve bastante con "los huevos pasados por agua". La siguiente operación requería más práctica. No era fácil vestirse y bajar las escaleras a la vez. Mis dientes me terminaron de convencer de ello al acampar en el rellano junto a mi maltrecho cuerpo. Todavía no entiendo con pudo suceder, pero lo cierto es que se me había enganchado la corbata con una hebilla de las botas militares. Ahora que lo pienso tal vez esto explicara porque iba tan encorvado —y yo que pensaba que era un problema de cervicales—. El tiempo apremiaba, por lo que no pude perder ni dos segundos en evaluar los daños que la caída me había causado. De todas formas tenía la seguridad de que aparte de un par de brechas en los pómulos, una fisura en la oreja izquierda y siete dientes destrozados, no tenía ninguna herida de importancia. Por eso me levanté, recogí los piños y me los guardé en el bolsillo con la idea de hacerme un collar con ellos algún día. Sacar los pies a la calle después de todo esto fue casi una hazaña. "Sólo falta que se ponga a llover", pensé cínicamente un segundo antes de que una lluvia torrencial arruinara mi chaquetilla nueva de seda china. Recuerdo que recité de memoria varias frases que, seguramente, no serían muy del agrado de los inquilinos del Vaticano. A pesar de todas las adversidades me dejé llevar por mi espíritu emprendedor y poco conocedor del desánimo, y seguí adelante con mi idea de llegar pronto a clase para pillar un buen sitio —cosa difícil , ésta última, en la poco masificada carrera de Empresariales—. El éxito de mi empresa dependía de encontrar cuanto antes un medio de transporte barato. Entré de nuevo en casa y abrí la puerta del garaje, apareciendo ante mi un musculoso Porsche 911 Limited Edition. Sin pensarlo dos veces me senté ante el volante y respiré hondo para embriagarme con el olor a nuevo que rezumaban los asientos deportivos de cuero . "¡Guau!," me dije. Lentamente giré la llave en el contacto cuarenta y cinco grados. El motor despidió un casi imperceptible sonido que se convirtió en un aterrador bramido cuando aceleré a fondo. El coche salió disparado sin que yo, increíblemente sorprendido, pudiera reaccionar. Atravesé la puerta del garaje, crucé la calle y me introduje en la Pajarería "El Pelícano Bocazas". "¡Maldita manía esa de dejar la primera metida!", maldije mientras salía de lo que quedaba del Porsche esquivando una nube de periquitos y canarios. Como la tienda de mascotas no estaba abierta deje una nota en la cual decía esto: "Siento las molestias. Luego, si tengo un rato libre, pasaré a limpiarlo todo. Cuídame el coche hasta entonces. Firmado: tu querido vecino Juan". Firmé la nota y la enganché al limpiaparabrisas trasero del deportivo. Convencido de que nada peor me podía suceder dirigí mis orejas a la parada del autobús. En la calle todo era normal: lluvia, gente corriendo, tráfico denso, un tigre, dos tigres, tres tigres, etc. El tiempo además cambió, pasándose de las finas gotas de agua a las peligrosas piedrecillas heladas. —Granizo a mí —dije desafiante como si retara a la Madre Naturaleza a un combate al K-O. En cualquier caso ella venció pues me derribó con un pedrusco helado de tres quilos de peso que me acertó en el centro de la cabeza. Esto me hizo descubrir que el ser humano tiene una tendencia pasmosa a sufrir mareos cuando pierde más de litro y medio de sangre. Puede que basándome en esta enseñanza empírica decida un día estudiar Medicina. Ya veremos... Tardé media hora en sacar algunos trozos de hielo de mi cerebro. Después continué mi peregrinar hacia la parada del autobús. Estaba ya cerca cuando me detuve ante un paso de cebra encharcado a la espera de que el semáforo me concediera el privilegio de cruzar. Estos instantes de calma fueron aprovechados por cuatro adolescentes motorizado que me obsequiaron con cuatro chopadas pulmoníacas. Pese a albergar en mi ropa más agua que el Titanic en sus bodegas, continué mi camino. No era cuestión de desanimarse por cualquier memez. Así es que me abaniqué con mi carpeta, convertida en una especie de pasta, y anduve los diez metros finales que me separaban de mi destino. Entre ataques reiterados de tos y estornudos meditaba sobre la conveniencia de dotar al Hombre de branquias y aletas o, simplemente, prohibirle salir de casa en días lluviosos. Estaba a punto de sacar una conclusión lógica cuando arribó el vehículo de la EMT. Percibí su presencia con mi sensitivo pie izquierdo, que estaba debajo de su rueda delantera derecha. El conductor, muy amable, me dijo que no movería el vehículo hasta que yo no dejara de gritar y se lo pidiera con corrección. Cumplí mi parte del trato y él, todo un caballero, hizo lo mismo. Renqueante y algo dolorido subí las escaleras. Saqué mi bono-bus, el cual se me deshizo entre los dedos, e intenté introducirlo con poca fortuna en la máquina canceladora. El chófer, un dechado de bondad y cortesía, me lo quitó y lo arrojó por la ventanilla. Como yo llevaba poco dinero tuvimos que negociar y pronto alcanzamos un acuerdo: tuve que entregar mi reloj de oro de ley, valorado en siete dólares cuando la peseta aún estaba fuerte, para que accediera a llevarme a Valencia. Durante el trayecto me sentí como el personaje de la semana. Todas las miradas estaban puestas en mi. Todos los comentarios y chismes versaban sobre mi persona, mi aspecto y algo referente a un trauma infantil que se daba por supuesto que yo había vivido en mis carnes. A lo mejor yo era demasiado susceptible. Puede que no hablaran despectivamente. Tal vez hasta me admiraban. He de reconocer que esas gafas Playboy me sentaban de puta madre —hablando claro y sin lengua en los pelos—. Por fin el autobús llegó a la Avenida Blasco Ibáñez. Me despedí de todos con la promesa firme de volver algún día o, por lo menos, escribirles y bajé las escaleras como un rayo. Quizás me precipité pues las puertas aún no estaban abiertas. Mis gafas intentaron ver que pasaba por dentro de mi cabeza. Las desincrusté con sumo cuidado y miré panorámicamente al resto de viajeros. Todos sin excepción reían mi desgracia. No les culpé porque en el fondo yo sabía que esta falta de solidaridad era la consecuencia lógica de los numerosos reality-shows que empezaban a invadir la pequeña pantalla. Un minuto más tarde el conductor, un tipo realmente guay, me ayudo a bajar con una suave patada en la espalda y un cariñosísimo "¡pordiosero!" antes de volver a su puesto. Cerró las puertas y arrancó. Yo me sentí arrastrado. Atraído irremediablemente por el autobús. El motivo no era otro que el hecho de que las puertas del vehículo habían atrapado un trozo de mi chaquetilla de seda china al cerrarse. Por suerte el chófer, con un corazón que no sé cómo le cabía en el pecho, se percató de la situación al llegar a la Plaza España y me liberó, aunque eso sí, después de hincharme un ojo e intentarme cobrar el segundo viaje. Le increpé diciéndole que cómo era capaz de actuar así y me hinchó el otro ojo. Como presentí que no íbamos a llegar a ninguna parte y no me quedaban más ojos, pasé de aquel energúmeno y busqué una alternativa al transporte público. Consulté mi reloj y vi una posibilidad, mínima pero posibilidad a fin de cuentas, de llegar a tiempo a clase andando de prisa. Esto me alivió, pues significaba no perder la esperanza. Y así, más contento que unas Pascuas, me puse en camino hacia Blasco Ibáñez de nuevo. Cuando estaba a veinte metros de mi Escuela de Empresariales favorita vi a Mariano, un compañero de clase y de interminables partidas de dados. Decidí ser simpático pese a que él siempre me ganaba. —¿Qué? ¿Pelándotela como siempre? —pregunte refiriéndome, obviamente, a la clase. —¿Yo? ¿De qué vas, tío? —me respondió con la naturalidad que da el llevar nueve años en una carrera de tres. —¿Vienes a clase, o no? No me respondas hasta después de la publicidad À
Ref: DROP puesto el 23/2/98 18:42
Atentos poetas y similares: 3 er CERTAMEN DE ESCRITURA AUTOMÁTICA. Para información miraís en: http://www.arrakis.es/~mecow Allí encontraréis el E-Mail para participar y todo lo que necesitáis saber. Saludos. ¿hay algien ahora por cinco minutos que le interese el tema ?
Ref: p/Alec/DeVille d/Honorio puesto el 23/2/98 18:47
Mi Antibiografía CAPÍTULO I Un día estúpido de mi estúpido vida. 20-Mayo-93. Sí, amigos. Los Fallas habían pasado con la misma rapidez con la que le niegan un crédito hipotecario a un estudiante de EGB. Mis colegas y yo nos volvíamos a integrar en la consabida monotonía del típico estudiante universitario. Se inaguraba mi jornada con un terrible madrugón. Serían las 6.00 a.m. cuando mis pies contactaron con el frío suelo de la bañera. Serían las 6.02 a.m. cuando hizo lo mismo mi cabeza. Dentro de lo malo esto es lo mejor que me podía haber pasado, ya que el dolor consiguió despertar a mi adormecido ser. Después de la necesaria ducha venía el no menos necesario. Agua al fuego, cinco minutos y luego al tazón en el cual aguardaba el "capuchino" en polvo. Desgraciadamente, mis trasnochados ojos no me permitieron ver como un chorro del líquido elemento se abría camino entre los filamentos de mi albornoz mohoso. El destino del urente fluido no fue otro que aquella zona en la cual más nos duele una patada a los hombres. ¿Te imaginas cuál? Pues sí, esa misma. Tras el percance pasé de capuchinos y de leches, ya que tuve bastante con "los huevos pasados por agua". La siguiente operación requería más práctica. No era fácil vestirse y bajar las escaleras a la vez. Mis dientes me terminaron de convencer de ello al acampar en el rellano junto a mi maltrecho cuerpo. Todavía no entiendo con pudo suceder, pero lo cierto es que se me había enganchado la corbata con una hebilla de las botas militares. Ahora que lo pienso tal vez esto explicara porque iba tan encorvado —y yo que pensaba que era un problema de cervicales—. El tiempo apremiaba, por lo que no pude perder ni dos segundos en evaluar los daños que la caída me había causado. De todas formas tenía la seguridad de que aparte de un par de brechas en los pómulos, una fisura en la oreja izquierda y siete dientes destrozados, no tenía ninguna herida de importancia. Por eso me levanté, recogí los piños y me los guardé en el bolsillo con la idea de hacerme un collar con ellos algún día. Sacar los pies a la calle después de todo esto fue casi una hazaña. "Sólo falta que se ponga a llover", pensé cínicamente un segundo antes de que una lluvia torrencial arruinara mi chaquetilla nueva de seda china. Recuerdo que recité de memoria varias frases que, seguramente, no serían muy del agrado de los inquilinos del Vaticano. A pesar de todas las adversidades me dejé llevar por mi espíritu emprendedor y poco conocedor del desánimo, y seguí adelante con mi idea de llegar pronto a clase para pillar un buen sitio —cosa difícil , ésta última, en la poco masificada carrera de Empresariales—. El éxito de mi empresa dependía de encontrar cuanto antes un medio de transporte barato. Entré de nuevo en casa y abrí la puerta del garaje, apareciendo ante mi un musculoso Porsche 911 Limited Edition. Sin pensarlo dos veces me senté ante el volante y respiré hondo para embriagarme con el olor a nuevo que rezumaban los asientos deportivos de cuero . "¡Guau!," me dije. Lentamente giré la llave en el contacto cuarenta y cinco grados. El motor despidió un casi imperceptible sonido que se convirtió en un aterrador bramido cuando aceleré a fondo. El coche salió disparado sin que yo, increíblemente sorprendido, pudiera reaccionar. Atravesé la puerta del garaje, crucé la calle y me introduje en la Pajarería "El Pelícano Bocazas". "¡Maldita manía esa de dejar la primera metida!", maldije mientras salía de lo que quedaba del Porsche esquivando una nube de periquitos y canarios. Como la tienda de mascotas no estaba abierta deje una nota en la cual decía esto: "Siento las molestias. Luego, si tengo un rato libre, pasaré a limpiarlo todo. Cuídame el coche hasta entonces. Firmado: tu querido vecino Juan". Firmé la nota y la enganché al limpiaparabrisas trasero del deportivo. Convencido de que nada peor me podía suceder dirigí mis orejas a la parada del autobús. En la calle todo era normal: lluvia, gente corriendo, tráfico denso, un tigre, dos tigres, tres tigres, etc. El tiempo además cambió, pasándose de las finas gotas de agua a las peligrosas piedrecillas heladas. —Granizo a mí —dije desafiante como si retara a la Madre Naturaleza a un combate al K-O. En cualquier caso ella venció pues me derribó con un pedrusco helado de tres quilos de peso que me acertó en el centro de la cabeza. Esto me hizo descubrir que el ser humano tiene una tendencia pasmosa a sufrir mareos cuando pierde más de litro y medio de sangre. Puede que basándome en esta enseñanza empírica decida un día estudiar Medicina. Ya veremos... Tardé media hora en sacar algunos trozos de hielo de mi cerebro. Después continué mi peregrinar hacia la parada del autobús. Estaba ya cerca cuando me detuve ante un paso de cebra encharcado a la espera de que el semáforo me concediera el privilegio de cruzar. Estos instantes de calma fueron aprovechados por cuatro adolescentes motorizado que me obsequiaron con cuatro chopadas pulmoníacas. Pese a albergar en mi ropa más agua que el Titanic en sus bodegas, continué mi camino. No era cuestión de desanimarse por cualquier memez. Así es que me abaniqué con mi carpeta, convertida en una especie de pasta, y anduve los diez metros finales que me separaban de mi destino. Entre ataques reiterados de tos y estornudos meditaba sobre la conveniencia de dotar al Hombre de branquias y aletas o, simplemente, prohibirle salir de casa en días lluviosos. Estaba a punto de sacar una conclusión lógica cuando arribó el vehículo de la EMT. Percibí su presencia con mi sensitivo pie izquierdo, que estaba debajo de su rueda delantera derecha. El conductor, muy amable, me dijo que no movería el vehículo hasta que yo no dejara de gritar y se lo pidiera con corrección. Cumplí mi parte del trato y él, todo un caballero, hizo lo mismo. Renqueante y algo dolorido subí las escaleras. Saqué mi bono-bus, el cual se me deshizo entre los dedos, e intenté introducirlo con poca fortuna en la máquina canceladora. El chófer, un dechado de bondad y cortesía, me lo quitó y lo arrojó por la ventanilla. Como yo llevaba poco dinero tuvimos que negociar y pronto alcanzamos un acuerdo: tuve que entregar mi reloj de oro de ley, valorado en siete dólares cuando la peseta aún estaba fuerte, para que accediera a llevarme a Valencia. Durante el trayecto me sentí como el personaje de la semana. Todas las miradas estaban puestas en mi. Todos los comentarios y chismes versaban sobre mi persona, mi aspecto y algo referente a un trauma infantil que se daba por supuesto que yo había vivido en mis carnes. A lo mejor yo era demasiado susceptible. Puede que no hablaran despectivamente. Tal vez hasta me admiraban. He de reconocer que esas gafas Playboy me sentaban de puta madre —hablando claro y sin lengua en los pelos—. Por fin el autobús llegó a la Avenida Blasco Ibáñez. Me despedí de todos con la promesa firme de volver algún día o, por lo menos, escribirles y bajé las escaleras como un rayo. Quizás me precipité pues las puertas aún no estaban abiertas. Mis gafas intentaron ver que pasaba por dentro de mi cabeza. Las desincrusté con sumo cuidado y miré panorámicamente al resto de viajeros. Todos sin excepción reían mi desgracia. No les culpé porque en el fondo yo sabía que esta falta de solidaridad era la consecuencia lógica de los numerosos reality-shows que empezaban a invadir la pequeña pantalla. Un minuto más tarde el conductor, un tipo realmente guay, me ayudo a bajar con una suave patada en la espalda y un cariñosísimo "¡pordiosero!" antes de volver a su puesto. Cerró las puertas y arrancó. Yo me sentí arrastrado. Atraído irremediablemente por el autobús. El motivo no era otro que el hecho de que las puertas del vehículo habían atrapado un trozo de mi chaquetilla de seda china al cerrarse. Por suerte el chófer, con un corazón que no sé cómo le cabía en el pecho, se percató de la situación al llegar a la Plaza España y me liberó, aunque eso sí, después de hincharme un ojo e intentarme cobrar el segundo viaje. Le increpé diciéndole que cómo era capaz de actuar así y me hinchó el otro ojo. Como presentí que no íbamos a llegar a ninguna parte y no me quedaban más ojos, pasé de aquel energúmeno y busqué una alternativa al transporte público. Consulté mi reloj y vi una posibilidad, mínima pero posibilidad a fin de cuentas, de llegar a tiempo a clase andando de prisa. Esto me alivió, pues significaba no perder la esperanza. Y así, más contento que unas Pascuas, me puse en camino hacia Blasco Ibáñez de nuevo. Cuando estaba a veinte metros de mi Escuela de Empresariales favorita vi a Mariano, un compañero de clase y de interminables partidas de dados. Decidí ser simpático pese a que él siempre me ganaba. —¿Qué? ¿Pelándotela como siempre? —pregunte refiriéndome, obviamente, a la clase. —¿Yo? ¿De qué vas, tío? —me respondió con la naturalidad que da el llevar nueve años en una carrera de tres. —¿Vienes a clase, o no? No me respondas hasta después de la publicidad —contesté imitando a Gloria Fuertes imitando ésta a su vez a Julián Lago. —Pero tío, ¿vas de ácido, o qué? ¿Cómo voy a pelarme una clase un puto sábado? Es que de verdad tío, cada vez estás más en la parra. El otro día vienes a clase en pijama y hoy ya ves... A medida que oía a Mariano mi cabeza daba vueltas cual tiovivo. Imaginaba un paisaje cachemir, monos armados con kleenex de colores, dos coliflores bailando "Zorba, el griego" y un sinfín más de fantasías eróticas. —Sábado... clase... cachemir... cinco bocatas de tellinas para la mesa ocho... wooper con queso... —murmuré antes de caer sin sentido al suelo en medio de un corro de curiosos japoneses que no cesaban de disparar sus flashes sobre mi pensando que estaba representando la muerte de "Marco Antonio". Al parecer, esta especie de shock se debió a las huellas habían ido dejando en mi las numerosas desgracias que me habían sucedido. Al menos, eso me explicó un estudiante de primero de Psicología durante mi traslado al Hospital. En el sucinto tiempo que permanecí en la ambulancia mi delirio fue en aumento. Vi imágenes de palestinos y judíos felicitándose la Navidad, imaginé programas informativos en televisión totalmente objetivos, e incluso tuve imágenes de Jon Idígoras y Luis Roldán siendo condecorados con unos pins de "Inocente, inocente". Después de un par de bache perdí de nuevo el sentido. Desperté en una habitación del hospital La Fe. Abrí mis miopes ojos, los cuales buscaron ansiosamente mis gafas Playboy. Con las lentes en su sitio ya pude distinguir la cara de una enfermera bigotuda que me ofrecía un zumo de dátiles y un par de pastillas. Yo, confiado, bebí y digerí lo que esta buena mujer me dio. Estaba a punto de darle las gracias cuando se giró y contemplé, con estupor, la jeringuilla que portaba en su mano. Tuve la visión de que tenía ante mi un caballero de la Tabla Redonda con lanza y todo. La enfermera se puso a mi izquierda y me preguntó si eran míos esos mil duros que habían en el suelo debajo de la cama. Respondí que si eran redondos eran míos y me incliné hacia el costado derecho para trincarlos. Intentaba localizarlos cuando sentí una especie de flechazo, en el sentido literal (nada que ver con Cupido), en mi glúteo izquierdo. Grité como un poseso y me giré hacia la enfermera. La vi montada a caballo, con su sombrero y su vara. Sin duda estaba flipando. Ella acabó de picarme tres segundos después y salió de mi habitación silbando el "¿Y cómo es él? ¿A qué dedica el tiempo libre?". Fijé mi vista en el cartel de "NO FUMAR. GRACIAS" y me mantuve así cinco minutos. Me sentía como si le hubiera chocado los cinco a Eduardo Manostijeras. Afortunadamente mi aturdimiento se fue disipando poco a poco hasta su completa extinción. Un individuo, salido de no se cuál película de terror, entró y se acercó a mi. Se presentó como el doctor Farley y me hizo infinitas preguntas. Le conté todo, o casi todo, lo que me había sucedido. Al concluir mi relato oí unas voces que me resultaban conocidas, por lo que me levanté y me asomé al pasillo. En un sofá estaban sentados Julián Lago, Nieves Herrero y Paco Lobatón. Sus voces cobraban más intensidad conforme pasaban los segundos. En seguida comprendí que discutían sobre mi, aunque no daban pie con bola. —Se trata de un claro caso de violador arrepentido. Un individuo marginal y marginado con un largo historial sexual sadomasoquista —aseguraba Nieves. —¿Está loco o se lo hace? Es obvio que estamos ante un "Misterio sin resolver". Por lo tanto, es un caso para mi programa y no para el vuestro que nada tienen que ver con estos casos —explicaba el maquinista de la verdad, Julián Lago, mientras mostraba una foto trucada en la que aparecía yo vestido de gaitero y haciendo el pino. —Creo que os equivocáis. Mi programa busca a los desaparecidos, a los extraviados, a los perdidos... —explicaba Lobatón. Me empiltré de nuevo y seguí relatando mi jornada al doctor Farley. —... cogí el Porsche y salí disparado —expliqué. —¿Porsche? ¿De qué vas, colega? Tú te quedaste sin carro hace un año. ¿No será ese coche el del amigo de tus viejos? ¿Cómo se llama ese colgao? ¡Ah, sí! ¡JACK, EL CARNICERO! El famoso luchador de Catch que se cargó a Hulk Hogan a salivazos —recordó mi amigo Mariano. —¡Mierda, es cierto! Seguro que si se entera me machaca el cráneo como si fuera una frágil nuez. Creo que éste ha sido mi último error —lamenté. Los tres presentadores habían escuchado el final de la conversación desde el umbral de la puerta de la habitación. Al percatarse de que había notado su presencia, salieron al pasillo para seguir su discusión. Gritaban tanto que no fue demasiado difícil escuchar lo que decían. —Ahora está claro que es un caso para mi programa. Este tipo está perdido. Mira que estrellar el cochazo de Jack Vísceras explicaba Lobatón haciendo la ola con el mostacho. —Bien, Paco. Esta vez ganas tú, pero prométeme que si averiguas algo sucio, de este trozo de carnaza, dejarás que sea yo quien lo sirva a la audiencia. Pero promételo de verdad, de verdad, de verdad —insistía Nieves mientras buscaba restos de sangre en un florero. Mientras estos dos discutían afanosamente, Julian Lago se acercaba a los quirófanos en busca de nuevas y maquiavélicas máquinas para hurgar en las interioridades de los invitados de su reality—show. Yo seguía tendido en mi cama relatando mis obras y milagros a mi colega y al doctor Farley cuando oí el rugido de una mole de dos metros y medio de alta y casi metro y medio de ancha —a lo mejor he exagerado un poco, no lo sé—. El rugido, o tal vez trueno, se transformó en un "¿dónde está ese hijoputa?" que me puso de punta hasta los pelos del ombligo. Jack entró en la habitación como un fantasma: atravesando la pared. El doctor Farley se enfadó y le recriminó que no usara la puerta. Segundos después el médico atravesaba medio hospital volando cual grácil buitre impulsado por los brazos del luchador. Los presentadores de televisión entendieron que la vida del doctor era mucho más interesante que la mía y se curraron su amistad mientras lo recomponían en el departamento de "Prótesis y Postizos". Ya no les volví a ver a ninguno de los cuatro, aunque me consta que el médico ejerce de maniquí en una prestigiosa boutique de Alaska. Pero volvamos a la habitación. —Te has cargao mi coche. Para mi era como un hijo: le zurraba, le pisaba y me respondía. Y ahora está en una pollería completamente destrozao. Pero esto no va a quedar así. Voy a hacerme un tanga, puesto que no me da para más, con tu piel y una pulsera con tus ojos —juró Jack algo mosqueado. —No exageres, tío, que sólo es un coche. Además, si me matas no volveré a dirigirte la palabra. Es más; no te dejaré mis libros, y te advierto que el de "Antibiografía" está de cojones —dije inconscientemente. —Tampoco es para ponerse así. Una cosa es que te arranque los ojos y te mosquees por eso, pero... —¡Ni peros ni peras! Vienes gritando, te cargas la pared, conviertes a mi médico en jabalina olímpica, me amenazas y me pones en ridículo y todo por una mierda de coche de veinte millones. ¡Es que la cosa tiene huevos! —afirmé después de echar un vistazo bajo mi pijama. El luchador ya no amenazaba. Estaba hecho polvo por haberme enfadado. En el fondo era un trozo de pan y yo lo sabía. Por eso no me sorprendió en absoluto cuando se arrodilló ante mi catre, hizo un mohín de pena penita pena y me pidió disculpas. Yo no estaba demasiado satisfecho y le pedí que me demostrara que estaba efectivamente arrepentido. "Pídeme lo que quieras", me dijo. A continuación yo inicié la lectura de la lista. —Quiero: un goffre de vainilla y mejillones, una cinta virgen de sesenta y un balón bueno de rugby, no como aquel que me regalaste que parecía un melón. Jack aceptó de buen grado mis peticiones y se marchó a casa pegando saltitos y cantando aquello de "los amigos de mis amigas son mis amigos". Muchos pensaréis que este tipo debía ser más simple que una viruta. Y tenéis razón. Además, yo lo manejaba como quería ya que, unos años atrás, había trabajado de preparador de discursos del párroco local y por tanto, conocía al dedillo los puntos débiles que había que tocarle a la basca para que aflojara unos duros. Minutos después de irse mi reencontrado amigo, me dieron el alta —cosa que me jodió bastante pues la bajita estaba más buena— y volví a casa. Tardé casi dos horas en llegar y piltrame. Mi madre me dio dos besos, un tortazo, que me debía de hacía un mes aunque no recordaba por qué, y un tazón de caldo reconstituyente. Éste no olía mal pero tenía un extraño color verde sangre y unas burbujitas que no me acababan de convencer. Mi gato "Roberspierre" se ventiló el tazón de golpe y a los dos minutos empezó a saltar por todo el dormitorio hasta que atravesó la ventana y desapareció. Lo último que supe de él es que fue visto haciendo dedo en la Ruta del Vakalao (con "v" de Valencia). Esta fue la culminación de un estúpido día, ya que lo siguiente que recuerdo es un largo paseo por los territorios de Morfeo. Así pues, Buenas Tardes-Noches, colegas. PD: Si os gusta, os puedo enviar los otros siete capítulos. Saludos.
Ref: p/Alec/DeVille d/Honorio puesto el 23/2/98 18:48
Mi Antibiografía CAPÍTULO I Un día estúpido de mi estúpido vida. 20-Mayo-93. Sí, amigos. Los Fallas habían pasado con la misma rapidez con la que le niegan un crédito hipotecario a un estudiante de EGB. Mis colegas y yo nos volvíamos a integrar en la consabida monotonía del típico estudiante universitario. Se inaguraba mi jornada con un terrible madrugón. Serían las 6.00 a.m. cuando mis pies contactaron con el frío suelo de la bañera. Serían las 6.02 a.m. cuando hizo lo mismo mi cabeza. Dentro de lo malo esto es lo mejor que me podía haber pasado, ya que el dolor consiguió despertar a mi adormecido ser. Después de la necesaria ducha venía el no menos necesario. Agua al fuego, cinco minutos y luego al tazón en el cual aguardaba el "capuchino" en polvo. Desgraciadamente, mis trasnochados ojos no me permitieron ver como un chorro del líquido elemento se abría camino entre los filamentos de mi albornoz mohoso. El destino del urente fluido no fue otro que aquella zona en la cual más nos duele una patada a los hombres. ¿Te imaginas cuál? Pues sí, esa misma. Tras el percance pasé de capuchinos y de leches, ya que tuve bastante con "los huevos pasados por agua". La siguiente operación requería más práctica. No era fácil vestirse y bajar las escaleras a la vez. Mis dientes me terminaron de convencer de ello al acampar en el rellano junto a mi maltrecho cuerpo. Todavía no entiendo con pudo suceder, pero lo cierto es que se me había enganchado la corbata con una hebilla de las botas militares. Ahora que lo pienso tal vez esto explicara porque iba tan encorvado —y yo que pensaba que era un problema de cervicales—. El tiempo apremiaba, por lo que no pude perder ni dos segundos en evaluar los daños que la caída me había causado. De todas formas tenía la seguridad de que aparte de un par de brechas en los pómulos, una fisura en la oreja izquierda y siete dientes destrozados, no tenía ninguna herida de importancia. Por eso me levanté, recogí los piños y me los guardé en el bolsillo con la idea de hacerme un collar con ellos algún día. Sacar los pies a la calle después de todo esto fue casi una hazaña. "Sólo falta que se ponga a llover", pensé cínicamente un segundo antes de que una lluvia torrencial arruinara mi chaquetilla nueva de seda china. Recuerdo que recité de memoria varias frases que, seguramente, no serían muy del agrado de los inquilinos del Vaticano. A pesar de todas las adversidades me dejé llevar por mi espíritu emprendedor y poco conocedor del desánimo, y seguí adelante con mi idea de llegar pronto a clase para pillar un buen sitio —cosa difícil , ésta última, en la poco masificada carrera de Empresariales—. El éxito de mi empresa dependía de encontrar cuanto antes un medio de transporte barato. Entré de nuevo en casa y abrí la puerta del garaje, apareciendo ante mi un musculoso Porsche 911 Limited Edition. Sin pensarlo dos veces me senté ante el volante y respiré hondo para embriagarme con el olor a nuevo que rezumaban los asientos deportivos de cuero . "¡Guau!," me dije. Lentamente giré la llave en el contacto cuarenta y cinco grados. El motor despidió un casi imperceptible sonido que se convirtió en un aterrador bramido cuando aceleré a fondo. El coche salió disparado sin que yo, increíblemente sorprendido, pudiera reaccionar. Atravesé la puerta del garaje, crucé la calle y me introduje en la Pajarería "El Pelícano Bocazas". "¡Maldita manía esa de dejar la primera metida!", maldije mientras salía de lo que quedaba del Porsche esquivando una nube de periquitos y canarios. Como la tienda de mascotas no estaba abierta deje una nota en la cual decía esto: "Siento las molestias. Luego, si tengo un rato libre, pasaré a limpiarlo todo. Cuídame el coche hasta entonces. Firmado: tu querido vecino Juan". Firmé la nota y la enganché al limpiaparabrisas trasero del deportivo. Convencido de que nada peor me podía suceder dirigí mis orejas a la parada del autobús. En la calle todo era normal: lluvia, gente corriendo, tráfico denso, un tigre, dos tigres, tres tigres, etc. El tiempo además cambió, pasándose de las finas gotas de agua a las peligrosas piedrecillas heladas. —Granizo a mí —dije desafiante como si retara a la Madre Naturaleza a un combate al K-O. En cualquier caso ella venció pues me derribó con un pedrusco helado de tres quilos de peso que me acertó en el centro de la cabeza. Esto me hizo descubrir que el ser humano tiene una tendencia pasmosa a sufrir mareos cuando pierde más de litro y medio de sangre. Puede que basándome en esta enseñanza empírica decida un día estudiar Medicina. Ya veremos... Tardé media hora en sacar algunos trozos de hielo de mi cerebro. Después continué mi peregrinar hacia la parada del autobús. Estaba ya cerca cuando me detuve ante un paso de cebra encharcado a la espera de que el semáforo me concediera el privilegio de cruzar. Estos instantes de calma fueron aprovechados por cuatro adolescentes motorizado que me obsequiaron con cuatro chopadas pulmoníacas. Pese a albergar en mi ropa más agua que el Titanic en sus bodegas, continué mi camino. No era cuestión de desanimarse por cualquier memez. Así es que me abaniqué con mi carpeta, convertida en una especie de pasta, y anduve los diez metros finales que me separaban de mi destino. Entre ataques reiterados de tos y estornudos meditaba sobre la conveniencia de dotar al Hombre de branquias y aletas o, simplemente, prohibirle salir de casa en días lluviosos. Estaba a punto de sacar una conclusión lógica cuando arribó el vehículo de la EMT. Percibí su presencia con mi sensitivo pie izquierdo, que estaba debajo de su rueda delantera derecha. El conductor, muy amable, me dijo que no movería el vehículo hasta que yo no dejara de gritar y se lo pidiera con corrección. Cumplí mi parte del trato y él, todo un caballero, hizo lo mismo. Renqueante y algo dolorido subí las escaleras. Saqué mi bono-bus, el cual se me deshizo entre los dedos, e intenté introducirlo con poca fortuna en la máquina canceladora. El chófer, un dechado de bondad y cortesía, me lo quitó y lo arrojó por la ventanilla. Como yo llevaba poco dinero tuvimos que negociar y pronto alcanzamos un acuerdo: tuve que entregar mi reloj de oro de ley, valorado en siete dólares cuando la peseta aún estaba fuerte, para que accediera a llevarme a Valencia. Durante el trayecto me sentí como el personaje de la semana. Todas las miradas estaban puestas en mi. Todos los comentarios y chismes versaban sobre mi persona, mi aspecto y algo referente a un trauma infantil que se daba por supuesto que yo había vivido en mis carnes. A lo mejor yo era demasiado susceptible. Puede que no hablaran despectivamente. Tal vez hasta me admiraban. He de reconocer que esas gafas Playboy me sentaban de puta madre —hablando claro y sin lengua en los pelos—. Por fin el autobús llegó a la Avenida Blasco Ibáñez. Me despedí de todos con la promesa firme de volver algún día o, por lo menos, escribirles y bajé las escaleras como un rayo. Quizás me precipité pues las puertas aún no estaban abiertas. Mis gafas intentaron ver que pasaba por dentro de mi cabeza. Las desincrusté con sumo cuidado y miré panorámicamente al resto de viajeros. Todos sin excepción reían mi desgracia. No les culpé porque en el fondo yo sabía que esta falta de solidaridad era la consecuencia lógica de los numerosos reality-shows que empezaban a invadir la pequeña pantalla. Un minuto más tarde el conductor, un tipo realmente guay, me ayudo a bajar con una suave patada en la espalda y un cariñosísimo "¡pordiosero!" antes de volver a su puesto. Cerró las puertas y arrancó. Yo me sentí arrastrado. Atraído irremediablemente por el autobús. El motivo no era otro que el hecho de que las puertas del vehículo habían atrapado un trozo de mi chaquetilla de seda china al cerrarse. Por suerte el chófer, con un corazón que no sé cómo le cabía en el pecho, se percató de la situación al llegar a la Plaza España y me liberó, aunque eso sí, después de hincharme un ojo e intentarme cobrar el segundo viaje. Le increpé diciéndole que cómo era capaz de actuar así y me hinchó el otro ojo. Como presentí que no íbamos a llegar a ninguna parte y no me quedaban más ojos, pasé de aquel energúmeno y busqué una alternativa al transporte público. Consulté mi reloj y vi una posibilidad, mínima pero posibilidad a fin de cuentas, de llegar a tiempo a clase andando de prisa. Esto me alivió, pues significaba no perder la esperanza. Y así, más contento que unas Pascuas, me puse en camino hacia Blasco Ibáñez de nuevo. Cuando estaba a veinte metros de mi Escuela de Empresariales favorita vi a Mariano, un compañero de clase y de interminables partidas de dados. Decidí ser simpático pese a que él siempre me ganaba. —¿Qué? ¿Pelándotela como siempre? —pregunte refiriéndome, obviamente, a la clase. —¿Yo? ¿De qué vas, tío? —me respondió con la naturalidad que da el llevar nueve años en una carrera de tres. —¿Vienes a clase, o no? No me respondas hasta después de la publicidad —contesté imitando a Gloria Fuertes imitando ésta a su vez a Julián Lago. —Pero tío, ¿vas de ácido, o qué? ¿Cómo voy a pelarme una clase un puto sábado? Es que de verdad tío, cada vez estás más en la parra. El otro día vienes a clase en pijama y hoy ya ves... A medida que oía a Mariano mi cabeza daba vueltas cual tiovivo. Imaginaba un paisaje cachemir, monos armados con kleenex de colores, dos coliflores bailando "Zorba, el griego" y un sinfín más de fantasías eróticas. —Sábado... clase... cachemir... cinco bocatas de tellinas para la mesa ocho... wooper con queso... —murmuré antes de caer sin sentido al suelo en medio de un corro de curiosos japoneses que no cesaban de disparar sus flashes sobre mi pensando que estaba representando la muerte de "Marco Antonio". Al parecer, esta especie de shock se debió a las huellas habían ido dejando en mi las numerosas desgracias que me habían sucedido. Al menos, eso me explicó un estudiante de primero de Psicología durante mi traslado al Hospital. En el sucinto tiempo que permanecí en la ambulancia mi delirio fue en aumento. Vi imágenes de palestinos y judíos felicitándose la Navidad, imaginé programas informativos en televisión totalmente objetivos, e incluso tuve imágenes de Jon Idígoras y Luis Roldán siendo condecorados con unos pins de "Inocente, inocente". Después de un par de bache perdí de nuevo el sentido. Desperté en una habitación del hospital La Fe. Abrí mis miopes ojos, los cuales buscaron ansiosamente mis gafas Playboy. Con las lentes en su sitio ya pude distinguir la cara de una enfermera bigotuda que me ofrecía un zumo de dátiles y un par de pastillas. Yo, confiado, bebí y digerí lo que esta buena mujer me dio. Estaba a punto de darle las gracias cuando se giró y contemplé, con estupor, la jeringuilla que portaba en su mano. Tuve la visión de que tenía ante mi un caballero de la Tabla Redonda con lanza y todo. La enfermera se puso a mi izquierda y me preguntó si eran míos esos mil duros que habían en el suelo debajo de la cama. Respondí que si eran redondos eran míos y me incliné hacia el costado derecho para trincarlos. Intentaba localizarlos cuando sentí una especie de flechazo, en el sentido literal (nada que ver con Cupido), en mi glúteo izquierdo. Grité como un poseso y me giré hacia la enfermera. La vi montada a caballo, con su sombrero y su vara. Sin duda estaba flipando. Ella acabó de picarme tres segundos después y salió de mi habitación silbando el "¿Y cómo es él? ¿A qué dedica el tiempo libre?". Fijé mi vista en el cartel de "NO FUMAR. GRACIAS" y me mantuve así cinco minutos. Me sentía como si le hubiera chocado los cinco a Eduardo Manostijeras. Afortunadamente mi aturdimiento se fue disipando poco a poco hasta su completa extinción. Un individuo, salido de no se cuál película de terror, entró y se acercó a mi. Se presentó como el doctor Farley y me hizo infinitas preguntas. Le conté todo, o casi todo, lo que me había sucedido. Al concluir mi relato oí unas voces que me resultaban conocidas, por lo que me levanté y me asomé al pasillo. En un sofá estaban sentados Julián Lago, Nieves Herrero y Paco Lobatón. Sus voces cobraban más intensidad conforme pasaban los segundos. En seguida comprendí que discutían sobre mi, aunque no daban pie con bola. —Se trata de un claro caso de violador arrepentido. Un individuo marginal y marginado con un largo historial sexual sadomasoquista —aseguraba Nieves. —¿Está loco o se lo hace? Es obvio que estamos ante un "Misterio sin resolver". Por lo tanto, es un caso para mi programa y no para el vuestro que nada tienen que ver con estos casos —explicaba el maquinista de la verdad, Julián Lago, mientras mostraba una foto trucada en la que aparecía yo vestido de gaitero y haciendo el pino. —Creo que os equivocáis. Mi programa busca a los desaparecidos, a los extraviados, a los perdidos... —explicaba Lobatón. Me empiltré de nuevo y seguí relatando mi jornada al doctor Farley. —... cogí el Porsche y salí disparado —expliqué. —¿Porsche? ¿De qué vas, colega? Tú te quedaste sin carro hace un año. ¿No será ese coche el del amigo de tus viejos? ¿Cómo se llama ese colgao? ¡Ah, sí! ¡JACK, EL CARNICERO! El famoso luchador de Catch que se cargó a Hulk Hogan a salivazos —recordó mi amigo Mariano. —¡Mierda, es cierto! Seguro que si se entera me machaca el cráneo como si fuera una frágil nuez. Creo que éste ha sido mi último error —lamenté. Los tres presentadores habían escuchado el final de la conversación desde el umbral de la puerta de la habitación. Al percatarse de que había notado su presencia, salieron al pasillo para seguir su discusión. Gritaban tanto que no fue demasiado difícil escuchar lo que decían. —Ahora está claro que es un caso para mi programa. Este tipo está perdido. Mira que estrellar el cochazo de Jack Vísceras explicaba Lobatón haciendo la ola con el mostacho. —Bien, Paco. Esta vez ganas tú, pero prométeme que si averiguas algo sucio, de este trozo de carnaza, dejarás que sea yo quien lo sirva a la audiencia. Pero promételo de verdad, de verdad, de verdad —insistía Nieves mientras buscaba restos de sangre en un florero. Mientras estos dos discutían afanosamente, Julian Lago se acercaba a los quirófanos en busca de nuevas y maquiavélicas máquinas para hurgar en las interioridades de los invitados de su reality—show. Yo seguía tendido en mi cama relatando mis obras y milagros a mi colega y al doctor Farley cuando oí el rugido de una mole de dos metros y medio de alta y casi metro y medio de ancha —a lo mejor he exagerado un poco, no lo sé—. El rugido, o tal vez trueno, se transformó en un "¿dónde está ese hijoputa?" que me puso de punta hasta los pelos del ombligo. Jack entró en la habitación como un fantasma: atravesando la pared. El doctor Farley se enfadó y le recriminó que no usara la puerta. Segundos después el médico atravesaba medio hospital volando cual grácil buitre impulsado por los brazos del luchador. Los presentadores de televisión entendieron que la vida del doctor era mucho más interesante que la mía y se curraron su amistad mientras lo recomponían en el departamento de "Prótesis y Postizos". Ya no les volví a ver a ninguno de los cuatro, aunque me consta que el médico ejerce de maniquí en una prestigiosa boutique de Alaska. Pero volvamos a la habitación. —Te has cargao mi coche. Para mi era como un hijo: le zurraba, le pisaba y me respondía. Y ahora está en una pollería completamente destrozao. Pero esto no va a quedar así. Voy a hacerme un tanga, puesto que no me da para más, con tu piel y una pulsera con tus ojos —juró Jack algo mosqueado. —No exageres, tío, que sólo es un coche. Además, si me matas no volveré a dirigirte la palabra. Es más; no te dejaré mis libros, y te advierto que el de "Antibiografía" está de cojones —dije inconscientemente. —Tampoco es para ponerse así. Una cosa es que te arranque los ojos y te mosquees por eso, pero... —¡Ni peros ni peras! Vienes gritando, te cargas la pared, conviertes a mi médico en jabalina olímpica, me amenazas y me pones en ridículo y todo por una mierda de coche de veinte millones. ¡Es que la cosa tiene huevos! —afirmé después de echar un vistazo bajo mi pijama. El luchador ya no amenazaba. Estaba hecho polvo por haberme enfadado. En el fondo era un trozo de pan y yo lo sabía. Por eso no me sorprendió en absoluto cuando se arrodilló ante mi catre, hizo un mohín de pena penita pena y me pidió disculpas. Yo no estaba demasiado satisfecho y le pedí que me demostrara que estaba efectivamente arrepentido. "Pídeme lo que quieras", me dijo. A continuación yo inicié la lectura de la lista. —Quiero: un goffre de vainilla y mejillones, una cinta virgen de sesenta y un balón bueno de rugby, no como aquel que me regalaste que parecía un melón. Jack aceptó de buen grado mis peticiones y se marchó a casa pegando saltitos y cantando aquello de "los amigos de mis amigas son mis amigos". Muchos pensaréis que este tipo debía ser más simple que una viruta. Y tenéis razón. Además, yo lo manejaba como quería ya que, unos años atrás, había trabajado de preparador de discursos del párroco local y por tanto, conocía al dedillo los puntos débiles que había que tocarle a la basca para que aflojara unos duros. Minutos después de irse mi reencontrado amigo, me dieron el alta —cosa que me jodió bastante pues la bajita estaba más buena— y volví a casa. Tardé casi dos horas en llegar y piltrame. Mi madre me dio dos besos, un tortazo, que me debía de hacía un mes aunque no recordaba por qué, y un tazón de caldo reconstituyente. Éste no olía mal pero tenía un extraño color verde sangre y unas burbujitas que no me acababan de convencer. Mi gato "Roberspierre" se ventiló el tazón de golpe y a los dos minutos empezó a saltar por todo el dormitorio hasta que atravesó la ventana y desapareció. Lo último que supe de él es que fue visto haciendo dedo en la Ruta del Vakalao (con "v" de Valencia). Esta fue la culminación de un estúpido día, ya que lo siguiente que recuerdo es un largo paseo por los territorios de Morfeo. Así pues, Buenas Tardes-Noches, colegas. PD: Si os gusta, os puedo enviar los otros siete capítulos. Saludos.
Ref: Para Honorio, de Alec. puesto el 23/2/98 20:09
Espero los siguientes capítulos con la impaciencia del Carnicero de Boston...
Con la avidez del enfermo psiquiátrico pendiente de un imposible arrepentimiento...
Un abrazo, monstr@.
Ref: EL LABERINTO puesto el 23/2/98 21:14
(Versión de Joscript).


Tonribela, tras girar como una peonza en un vértigo de indecisión, se detuvo un momento: el corazón le decía que encaminara sus pasos hacia la ventanilla donde ponía "Sentimental", no sin antes coger algunos impresos en la de "Erótico", pero la razón le dictó que tenía que trillar nuevos campos. Así que en un arranque de voluntad se metió en la de "Policíaca", donde no había nadie: la pieza era cuadrada, con varios archivadores negros pegados a las paredes, cuatro mesas alineadas en forma de L y una blanca luz cenital.

Rumiando sus propias conjeturas, Tonribela supuso que aquella bien podría ser una de las dependencias de comisaria de distrito de una gran ciudad, atestada de yonkis, putas, camellos, chulos, ladrones, mujeres violadas, hombres y niños y motos y coches que desaparecen y nadie encuentra: qué se oiría en un lugar tan asfixiante como ése, gritos, murmullos, voces desgarradas, llamadas a la calma, nada, a qué se olería, a sudor humano, leonera, menstruación, a suceso, dolor.

Se sentó en una silla de oficinista y se acodó sobre una mesa, las manos tapando sus ojos cerrados: la asepsia de una sala de autopsias debe obligar a que sólo se huela a cloroformo, un cloroformo que sólo anestesia el olor de la muerte, un cuerpo rígido y azul, un cuerpo que no será cuerpo pero que es prueba, mudo y silencioso hasta que traen la sierra y le cortan el parietal entero, tenía restos en las uñas y en los dientes, pero aún no sabemos de qué, los análisis estarán para el lunes.

Suspira Torinbela con ojos enrojecidos de humo o insomnio: la imaginación no sólo divierte y da placer, también fatiga y agota. Ante sí, una máquina de escribir con teclas mugrientas se le graba en la retina como un matasellos insolente. Y no sabe lo que hacer. Estudia los pormenores del caso, el teorema del enigma: un padre de familia que llega una noche a su casa y se encuentra con un espanto doméstico, el capo de la droga surcando mares en una planeadora voladora, el inspector cetrino y oscuro que ya está a vueltas de todo, el criminal psicópata doblemente asesino, el reincidente atracador de bancos, la mujer como opuso resistencia intentó penetrarla con un palo de escoba y lo de la hija no se atrevió ni a preguntar, daba un placer canalla brincar en medio de las olas perseguido por haces de luces y lanchas de picoletos, no estoy para nadie o digan que me he muerto, pero a las tres de la madrugada él estará allí junto al forense y al juez de guardia con los ululares de sirena tan mudos como los muertos, por fin me vengué en la enésima embestida, y aunque al final tuvo que matarlas los espasmos bestiales aún le duran en el corazón, tengo pensado atracar la caja fuerte de un banco que guarda miles de joyas preciosas, lo tengo todo planeado, alguien me quiere ayudar.

Con una precisión de autómata, Tonribela coge de la mesa de al lado un folio en blanco que nadie quiso llevarse, lo metió en el carro y con la mano izquierda hizo girar el rulo en sentido inverso a como lo harían las agujas de un reloj, levantó con el índice y pulgar de la derecha la pestaña o regleta, y ajustó en los márgenes la hoja de papel: tenía como una lija de sequedad en la garganta, la sequedad de las víctimas ultrajadas y muertas, del padre y marido aterrado, del narco excitado que huye, el inspector escéptico y ya refractario al horror, el violador enfebrecido y convulso, el atracador expectante y cauto.

Tenía la sequedad y la turbación de quien se siente usurpador de otra persona, alguien a quien se repudia, abomina, teme o compadece, alguien a quien se estudia y observa, alguien a quien se inviste con la potestad de ser protagonista de una buena peli que echaban antes en la tele los sábados por la tarde después de comer.


Tonribela se inclinó sobre el teclado y comenzó a teclear.






P.D1: ¿Quién la sigueeeeeee?!!

P.D2: Eliiiiiiiiiiiiii. Mola más la opción CCCCCCCCCCCCC¡¡ Snif.


Jos, "enfoscao en echarle loo tejoo literarioo a la Eli. Pero ná. Mi goso en un poso. Pa´l verano??... Me puedo morí eperando¡¡ Joerr con la cría (Eli). Vamooo y vamoo. Lo que hay que oí por estoo mundoo de dio. Pos ná, mujeé, con laa ganaaa me queo, Elisilla¡"
(lo que va entre comillas sería, +-, un ejemplo del habla dialectal cartagenera, bastante parecida al andaluz, pero con mucha menos gracia en el gracejo. Brazil/Shanon -ya os la presentaré- lo quería saber).
Ref: yoi para .... puesto el 23/2/98 23:08
Parque abrible en gio.es
¿alguien se apunta?
Ref: ELIZABETH A JOSCRIPT puesto el 23/2/98 23:15
¿Cómo que para el verano? Yo la sigo en cuanto pueda, que será mucho antes que el verano. Ya lo verás, chiquillo ;-).
ELIZABETH, que se pone manos a la obra.