Ref: puesto el 20/3/02 0:00 |
:-) |
Ref: puesto el 20/3/02 14:14 |
:-) |
Ref: De Tiberio... puesto el 20/3/02 15:17 |
Sigo aquí, otra cosa es que uno encuentre la debida inspiración para contar algo :-) |
Ref: SOCRATES puesto el 20/3/02 16:13 |
Suele ocurrir a menudo Tiberio. Y es que es necesario decir algo incluso pare decir que uno está en silencio en el lugar. Saludos |
Ref: puesto el 20/3/02 17:09 |
Silencio, mucho silencio, los "bebes" del parque duermen tránquilos. |
Ref: A Tiberio :*) puesto el 20/3/02 21:40 |
La pena es que no tengo equipo. Lo tuve que subastar para comprarme el pasaje a un lugar del que no quiero volver. Te contaría de cosas increíbles pero ciertas, pero lo cierto :*) es que ni yo me las acabo de creer :)))(...) (ya no me acuerdo de pinchar lo del "puntoyaparte") Imagino que ya estás en otra etapa postcarrera. Si me quieres escribir, Proxi tiene mi dirección postal... Besitos :****) |
Ref: A Proxi :*) puesto el 20/3/02 21:42 |
Pues ya sabes, por aquí ando y si no recuerdo ´mal, creo que tienes mi tfno. móvil, (pa cuando llegues :***)))) |
Ref: Tamy :*) puesto el 20/3/02 21:47 |
Un saludo a los antiguos "parqueños" que por aquí siguen paseando, Arga...Sócrates... no he leído mucho de días anteriores y no sé muy bien quien sigue al pie del cañón. A toodos un montón de besos :*****)))))))) |
Ref: puesto el 20/3/02 21:48 |
–Me quedo contigo –dijo Antonio. El viejo ni se inmutó. Siguió oteando el mar. El viento ensortijaba sus cabellos canos y cuajaba en sal las arrugas que cruzaban su rostro. Allá a lo lejos no había nada más que agua. –¿Has oído, Pedro? Me quedo aquí contigo –los ojos entrecerrados, filtrando la luz cegadora del sol–. Hasta que nos expliques a todos qué coño haces aquí un día tras otro, durmiendo a la intemperie; mudo. ¿Me oyes? El viejo quitó la tapa de plástico y, apenas sin dirigir una sola mirada a la tortilla, empezó a comérsela con los dedos. Se oyó el ladrido de un perro, desde alguna parte de la playa gris. Antonio vio primero al amo, zigzagueando como la espuma, avanzando y retrocediendo como las olas. Luego vio al perro correteando cerca. –Vas a acabar con tu hija, Pedro. Pedro había terminado de comer. Cerró los ojos, siempre dando la cara al mar, y ya no movió un solo músculo. Antonio, al fin, se volvió a marchar, la batalla diaria perdida una vez más. Y dejó atrás al viejo, al perro, al dueño del perro. Al mar. |