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Ref: puesto el 2/3/02 2:17
–Cagonlaleche, qué lejos han traído el mar –masculló para sí el viejo marino, la gorra calada hasta las cejas. Pero cuando alcanzó al fin la playa se sentó sobre la arena, secó el sudor de su frente de un manotazo, lió un cigarrillo, aspiró el humo y la brisa, y se dejó arrullar por el sonido de las olas. “Mañana –se dijo a sí mismo–. Mañana te contaré la historia, mar. Y luego volveré a zarpar”. El mar, naturalmente, asistía impasible a sus pensamientos, ajeno a sus sueños. Sus pensamientos eran un hervidero de rostros y recuerdos. Sus sueños, un cementerio lleno de despojos.