Ref: De Mackay a TODOS puesto el 23/2/01 1:02
No tardó mucho en estar recorriendo las calles del pueblo que, efectivamente, era Latra. Quizá no fuera una gran ciudad, pero a Lidia le parecía un lugar enorme y lleno de gente. Durante un rato, se dedicó a pasear por el pueblo, admirando, lo más discretamente que podía, las casas, mucho más grandes que las de la aldea. En esto, pasó al lado de un grupo de niños, y advirtió que se reían de ella. A partir de aquel momento, trató de fingir indiferencia, pero pudo observar que algunos de los transeúntes la miraban de forma rara, con una suficiencia que no comprendía.
Casi sin darse cuenta, llegó a una plaza grande, llena de tenderetes. Se entristeció pensando en que se sentía fuera de lugar allí. Llamaba la atención, pero no precisamente por su belleza; en realidad, Lidia sabía que no era hermosa, sino, más bien, al contrario. Lo que movía a la gente a fijarse en ella era su aire despistado, el de alguien que sale de su aldea por primera vez.
Pensó que lo mejor sería buscar un sitio donde dormir. Preguntó a una mujer muy corpulenta, y ésta le indicó una de las calles que salían de la plaza. Siguió el consejo y anduvo un rato; pero no halló lo que buscaba. Algo desconcertada se dio la vuelta, y estuvo un tiempo examinando la zona. Y en esto, una mujer madura la abordó. Con una sonrisa radiante, la desconocida dijo:
- ¿Os habéis perdido?
Lidia imitó su gesto y repuso:
- Buscaba una posada, ¿sabe vuestra merced dónde...?
Su interlocutora la interrumpió con rapidez.
- ¡Oh, sí! Venid conmigo, os llevaré a la mejor.
Y acompañó sus palabras asiéndola de un brazo para hacerla arrancar. Lidia se sintió abrumada, y no pudo sino hacer caso de la mujer, que sólo le tiró del brazo un instante. Lidia únicamente acertó a darle las gracias; sin embargo, su acompañante parecía con ganas de hablar:
- ¿Venís de muy lejos?
Lidia repuso cohibida:
- No, de Trun.
- Bueno, no está tan cerca; ¿y cómo es que vuestros padres os han dejado venir sola?
Lidia no vio maldad ninguna en la pregunta:
- No saben que he venido; me he escapado.
La muchacha reparó en el brillo extraño de los ojos de la mujer, el cual se vio disuelto en la vehemencia de su tono y de sus gestos al responder, que sorprendieron a Lidia, aunque supo disimularlo.
- ¡Oh, pobre chiquilla! ¿Os trataban tan mal?
La muchacha repuso, abriendo los ojos como platos:
- ¡No, no! Son muy buenos... sólo... quiero ir a Tresa
- ¿Tresa? ¿Dónde está eso?
- No lo sé.
Doblaron una esquina, y caminaron por calles más estrechas, y de peor aspecto, que a Lidia no le gustaron en absoluto. Su acompañante seguía hablando.
- ¿Y no tenéis familia o amigos en Latra?
- No
Llegaron a las puertas de un edificio grande, cuyo aspecto le dio a Lidia muy mala impresión. Había un par de parejas por allí, un hombre de mala apariencia cerca de la puerta, y un muchacho sentado en un portal, que parecía ser un viajero, y contemplaba la zona. De lo que sí se dio cuenta en seguida fue de que aquello no era una pensión. Lidia se detuvo, y su rostro reflejó su desconcierto. La mujer se volvió y le dijo:
- Vamos, venid... ¿No decís que buscabais Tresa, o algo así? Preguntaremos a los viajeros.
Lidia ya desconfiaba de todo aquello, y repuso:
- Es que... es vuestra merced muy amable, pero no tendré dinero para...
De pronto, la mujer la agarró del antebrazo dolorosamente, la llamó aldeana estúpida, y quiso hacerla entrar a la fuerza. Lidia forcejeó y empezó a chillar pidiendo ayuda con tantas ganas que todos los presentes en la plaza comenzaron a mirarles. Pero en vez de socorrerla, vio que los hombres miraban con expresión divertida, y que las mujeres que les acompañaban se mostraban indiferentes. La mujer que trataba de retenerla, furiosa, le asestó una bofetada, y para Lidia todo lo que había a su alrededor dejó de importarle; sólo era consciente de que, por más que se debatiese, la iban arrastrando hacia aquel sitio.
Y de pronto, alguien dijo:
- ¡Dejadla en paz!
Y esa persona se interpuso entre las dos, y a fuerza de empellones, obligó a la mujer a que la soltase. Aturdida por el golpe y por la situación, Lidia se escondió detrás del hombre, como si fuera una niña pequeña. Y se dio cuenta de que se trataba del muchacho que estaba sentado en el portal. La mujer, le fulminó con la mirada, y le dijo:
- No te metas en esto...
El resto de los hombres que había allí se habían puesto mortalmente serios, y Lidia se sintió asustada. Sin embargo, el joven supo reaccionar con mucha rapidez, y tirando de la muchacha, disfrazando sus prisas con furia, recogió sus enseres y la sacó de allí, sin dar tiempo a ninguno de los demás a reaccionar. Lidia miró hacia atrás una vez, y vio a la mujer decirle algo al hombre de la puerta. El muchacho había doblado una esquina, y justo cuando dejaron de estar a la vista de la gente de la plaza, le ordenó en un susurro:
-¡Corred!
Y comenzó a hacerlo. Lidia le siguió, y a pesar de sus esfuerzos, no logró correr tan rápido como él. Por fortuna, el joven se dio cuenta, la esperó y la urgió a continuar tomándola del brazo. En muy poco tiempo, regresaron a la plaza llena de tenderetes, y allí, el muchacho pareció sentirse a salvo.
Lidia aún no había sido capaz de reaccionar; desde que se había refugiado detrás de aquel joven, se había limitado a dejarse llevar. No albergaba ningún sentimiento, sólo la confusión de quien no comprende qué ha sucedido exactamente. Su salvador la observaba serio, quietos los dos mientras la gente pasaba por su lado. Entonces, le habló:
- Tenéis que andar con más cuidado. Esa gente era peligrosa.
Su voz la hizo reaccionar. El muchacho parecía estar buscando una frase de despedida adecuada, y Lidia pensó que, antes de que se marchase, debía darle las gracias. Con voz débil, aún aturdida, comenzó una frase:
- Gracias... si no llega a ser por vuestra merced...
Pero un nudo en la garganta quebró sus palabras; y sin saber exactamente por qué, se le arrasaron los ojos. Bajó la cabeza, y, sin poder reprimirse, empezó a sollozar. El joven se le acercó, y su voz sonó un poco perpleja.
- Pero... cuando estuvisteis en peligro, peleasteis y no llorasteis... ¿por qué ahora, que estáis a salvo?
Lidia tampoco lo comprendía; sólo sabía que jamás lo había pasado tan mal. Notó que el muchacho le pasaba tímidamente un brazo por los hombros y trataba de confortarla. Finalmente, se enjugó las lágrimas y empezó a serenarse. A su alrededor, se habían congregado unos cuantos curiosos, que perdieron interés cuando vieron a la muchacha más tranquila. Su salvador pareció esperar a que se calmase, para preguntarle:
- ¿Estáis sola?
Lidia asintió, con un gesto leve, y el joven prosiguió.
- Bueno... supongo que, entonces, puedo acompañaros un rato, mientras os tranquilizáis... ¿os importa?
La muchacha se secó las mejillas del todo, y repuso con la voz aún ahogada por las lágrimas:
- No... claro... es vuestra merced...
Su interlocutor contestó en tono afable:
- ¡Por favor! Tratadme de vos.
Y con una sonrisa, dijo:
- Me llamo Juan, ¿y vos?


(Continuará)
Ref: De Mackay a Mindaia puesto el 23/2/01 1:04
Ya he visto que estoy en tu página. Gracias por poner el vínculo.
Ya sabes que haré lo propio, no puedo decirse dentro de cuanto, pero lo haré.
Hasta pronto.
Ref: Halcón Peregrino/22,30 puesto el 23/2/01 11:45
Muchas gracias, mi querida anónima por tus palabras.
Sabes, no es importante el saber escribir o no, lo hermoso es poder sentir, y estoy seguro que tú estás llena de sensibilidad, por otro lado me decías me gustaría que alguien me escribiera a mí así.
Pues tu deseo se ve hoy cumplido:-)) Con todo mi agradecimiento esto va para tí. Un beso.

Van pasando nombres,
fechas y siglos
mientras tu dulzura
erosiona los días
dejando fósiles de sonrisas
tallados en la piel,
no hay gesto más certero
que tu boca llena de mariposas
y tus ojos llenos de mar,
no hay momento más sublime
que verte sonreír
ni pesadumbre más sólida
que tu posible llanto.

A galope pasan las singladuras,
los temores y los vacíos
a lomo de la semana
vuela hacia tu encuentro
no hay poesía más eficaz
que tus manos al otro lado de la pantalla
dirigiéndote a mí,
no hay prisa má acuciante
que la de ir en tu busqueda
ni labor que me apetezca hacer más.

Yo, yo te ofrezco días como soles
brillantes y luminosos
para que crezca enrevesadamente azul,
y te compro lunas y oscuridades
tenues si lo desea,
y también, un sequito de estrellas,
porque hay en ésta vida
una esperanza hecha carne
y me impulsa y me delata.

Y hay en el calendario
un día de fiesta que celebra el corazón
cuando tiene tu presencia
hay tantas cosas, porque te tengo cerca
que no hay un sólo momento
que no me acuerde de tí.
Ref: Halcón Peregrino/Mindaia puesto el 23/2/01 11:50
Hola mi tierna amiga, ya te diré si me decido o no, pero la tentación es muy grande :-)) déjame que me vaya de nuevo centrando, ya nos pondremos en contacto.
Y de nuevo mi enhorabuena por tu pagina está de rechupete -)) aunque claro eso tampoco es díficil de entender con personas como tú, que se puede esperar.

Venga un beso, y una pluma para tu corazón mi dulce y tierna amiga.
Ref: Hass puesto el 23/2/01 19:05
Ya lo noté!
Las mañanas cada vez van trayendo más novedades, y ayer Carlitos me hizo saber que crece por aquí dentro.
Las incertidumbres van despejándose y los días parece que se hacen más completos, más gratos.
Anoche me sorprendí a mi misma durmiendo con una sonrisa. Sé que es muy habitual ...eso de que la gente tenga niños..pero es tan grande!! Le imaginaba durmiendo a mi lado, con su carita de angelito, satisfecho y tanquilo. Aunque ahora pienso que en mi barriguita debe estar más a gusto todavía:)
He leido que, si no lo haceya, pronto podrá escuchar perfectamente los ruidos externos. Tendremos que empezar a cantarle y leerle cuentos...
Así que Escritores!!!... os atreveis con 'Cuentos para un bebé que nacerá en verano'?

Y yo me pregunto....
¿Comparte mis pensamientos? Es decir, ¿ Me oye aunque no hable en voz alta?
¿Sueña? Y si lo hace ¿qué sueña?
¿Alguien se acuerda de cuando estaba en la barriga de su mamá?

Un beso