Ref: Proxi al parque puesto el 14/12/00 8:47
Buenos días
El amanecer se muestra rojo para estrenar la página.
Ref: puesto el 14/12/00 10:51
Buenos días, querido proxi...Aquí una amiga
Lía
Ref: puesto el 14/12/00 13:34
¿ Acaso no es hermosa tu boca?
¿ Y tus manos?.
¿ Acaso no es belleza tu voz?.
¿ Y tus asombrosos ojos, pupila destellante?.
Todo tú eres un mundo,
y sólo tú eres mi mundo.
Pero yo no decido nada,
porque me veo incapacitada para distinguir
entre tus manos y tu boca,
tus ojos y tu voz.
Lía
Ref: Edu puesto el 14/12/00 15:38
Hola, soy Edu, ¡FELIZ NAVIDAD!
Ref: Umbralianos puesto el 14/12/00 21:56
Hace millones de años para mí, que no para él, acudí en peregrinación junto al poeta y hoy senador popular Juan Van-Halen, a conocer a Francisco Umbral que recibía en un despachito de agencia informativa, frente a una Olivetti azul y portátil, que me temo aún conserve pese a que las cintas tintadas están tan desaparecidas que hay mercado negro de ellas y hasta nos las robamos quienes mantenemos relaciones de amor/odio con el ordenador. Ellos chusmearon algo de mujeres; yo me quedé pasmado, o cuando menos como Pitita Ridruejo ante Virgen en prado. Allí estaba él alto, delgado, guapo, vestido con una informalidad muy cuidada y con un chirlo en la cara que me pareció de maquillaje para darse un toque canalla. Y es que a su pesar Umbral fue y es para una generación, el caballo que había que seguir, el chulo indiscutible de aquellas putas que éramos del periodismo y la literatura. No podía ser un maestro porque resulta imposible seguirle e imitarle aun heredando sus defectos; se pueden hacer más greguerías como Ramón Gómez de la Serna tal como hace Fernando Arrabal en este periódico, pero no se puede remedar siquiera una columna de Umbral, y menos si te la sirve en octosílabos; y tal como la vida le arrebató al hijo, su escritura le liberó de pegajosos imitadores. Por esa originalidad de hierro algunos de los que fundamos El País le reclamamos como columnista único del diario y la lectura de aquellos artículos es imprescindible para entender nuestra transición política. Luego el muy florido académico Cebrián le censuró un artículo, y Umbral se puso en huelga, y muchos luegos después aquel periódico estimó bárbaramente que era un lujo escribir en él y que todas las columnas eran de quita y pon como las de Peridis. No es por ningunear a los muertos, pero es mejor que Larra, Mariano de Cavia o César González Ruano, y no lo digo de Luis de Bonafoux porque la víbora de Asniers mojaba el hacha de escribir en agua regia, y Umbral tiene buen corazón hasta en sus enojos apocalípticos. En la última parada de burro de la Academia ante su nombre sugerí que como los del 27 nos fuéramos a mear su escalinata. Acabarán llevándole a la docta casa, hoy refugio de pícaros e indoctos, porque no es opinable que Umbral limpia, fija y da esplendor al español, como lo enriquece inventándolo o lo vapulea domándolo. Todos los libros escritos y los honores recibidos los tenemos como propios aquellos que de adolescentes sabíamos, como por una revelación, que la modernidad era él, que él era el posfranquismo y el tardofranquismo, cuando aún la fritanga del pequeño dictador gozaba de buena salud. Nos mandará a paseo, pero todos somos sus hijos.
Ref: Umbralianos puesto el 14/12/00 21:57
Hace millones de años para mí, que no para él, acudí en peregrinación junto al poeta y hoy senador popular Juan Van-Halen, a conocer a Francisco Umbral que recibía en un despachito de agencia informativa, frente a una Olivetti azul y portátil, que me temo aún conserve pese a que las cintas tintadas están tan desaparecidas que hay mercado negro de ellas y hasta nos las robamos quienes mantenemos relaciones de amor/odio con el ordenador. Ellos chusmearon algo de mujeres; yo me quedé pasmado, o cuando menos como Pitita Ridruejo ante Virgen en prado. Allí estaba él alto, delgado, guapo, vestido con una informalidad muy cuidada y con un chirlo en la cara que me pareció de maquillaje para darse un toque canalla. Y es que a su pesar Umbral fue y es para una generación, el caballo que había que seguir, el chulo indiscutible de aquellas putas que éramos del periodismo y la literatura. No podía ser un maestro porque resulta imposible seguirle e imitarle aun heredando sus defectos; se pueden hacer más greguerías como Ramón Gómez de la Serna tal como hace Fernando Arrabal en este periódico, pero no se puede remedar siquiera una columna de Umbral, y menos si te la sirve en octosílabos; y tal como la vida le arrebató al hijo, su escritura le liberó de pegajosos imitadores. Por esa originalidad de hierro algunos de los que fundamos El País le reclamamos como columnista único del diario y la lectura de aquellos artículos es imprescindible para entender nuestra transición política. Luego el muy florido académico Cebrián le censuró un artículo, y Umbral se puso en huelga, y muchos luegos después aquel periódico estimó bárbaramente que era un lujo escribir en él y que todas las columnas eran de quita y pon como las de Peridis. No es por ningunear a los muertos, pero es mejor que Larra, Mariano de Cavia o César González Ruano, y no lo digo de Luis de Bonafoux porque la víbora de Asniers mojaba el hacha de escribir en agua regia, y Umbral tiene buen corazón hasta en sus enojos apocalípticos. En la última parada de burro de la Academia ante su nombre sugerí que como los del 27 nos fuéramos a mear su escalinata. Acabarán llevándole a la docta casa, hoy refugio de pícaros e indoctos, porque no es opinable que Umbral limpia, fija y da esplendor al español, como lo enriquece inventándolo o lo vapulea domándolo. Todos los libros escritos y los honores recibidos los tenemos como propios aquellos que de adolescentes sabíamos, como por una revelación, que la modernidad era él, que él era el posfranquismo y el tardofranquismo, cuando aún la fritanga del pequeño dictador gozaba de buena salud. Nos mandará a paseo, pero todos somos sus hijos.

MARTIN PRIETO, El Mundo.