Ref: Nadie a Halcon Peregrino puesto el 7/9/99 2:05
Ref: Nadie a Halcon Peregrino puesto el 7/9/99 2:07
Aunque se que los anonimos no son bien recibidos por aqui simplemente me apetecia decirte que me gusto...es genial, suena bonito......simplemente eso.......:)
Ref: Hagámoslo... puesto el 7/9/99 9:44
Desempeñemos algo de tiempo

Vivamos un rato indefensos
sin contar las horas sin reloj
sin números

Descifrados.

Subamos al primer tren que pase
y bajemos en cualquier parada

Hagamos un trato
menudo como un sorbo

Uno que no comprometa a nada
que nada excluya
que quepa sumergido
en un vaso de agua

Tomemos una nave que surque los sueños
rumbo a las estrellas
sin hacer escalas

Completamente ilegal
un trato sin claúsulas

Un trato que caduque
antes que las velas se consuman
Hagamos un trato sin letra pequeña
que no deje huellas
sólo el suave sabor de la sal del sudor

No sé de qué trato llegue a tratarse
pero yo voy a tratar de tener tratos con usted
Amiga mía.

Sagitario
Ref: Hagámoslo... puesto el 7/9/99 10:04
Me mola...
Ref: puesto el 7/9/99 10:43
" :-*, tk, ;) "
Ref: Sólo me mola...? puesto el 7/9/99 17:35
Yo esperaba algo apoteósico: aplausos, vítores, un desvanecimiento... :))
Ref: Horus puesto el 7/9/99 19:55
Tu pides demasiao!!!
Lo mas dulce nunca viene cuando se espera.
Horus
Ref: Horus puesto el 7/9/99 19:56
¡¡Que profundamente superficial estoy hoy!!!
Creo que tengo unas décimas...
Ref: Sagitario puesto el 7/9/99 20:26
Yo creo que tienes razón, Horus. Las cosas llegan.. justo cuando dejas de esperarlas :)
Ref: mujer para viaje puesto el 7/9/99 21:28
Hola soy Chano, 36 de Madrid. Si todavía tienes mono de vacaciones, o se te han olvidado y quieres recordalas, o no has podido cogerlas y estas interesada en pasar un fin de semana en Alicante (con posibilidad de prolongarlo por lo que te puede costar el billete ya que el alojamiento en piso de 2 habitaciones y desayuno están pagados ) dímelo. El día 13 salgo por la tarde y vuelvo el domingo. El plan sería el que tu quisieras porque yo voy por trabajo y de querer salir de marcha conmigo sería por la noche, por lo que puedes montártelo como quieras, de playa, de turismo, de compras etc. Tú misma. Puedes salir desde Madrid o desde cualquier otro sitio. Para concretar más detalles envíame un e-mail a chanomad@latinmail.com o llámame al 904100133 por la tarde.
Ref: SOBRE AMORES PROFUNDOS puesto el 7/9/99 22:44
Quiero conocer tu rostro en esta relación de ciegos que nunca han extraviado la vista. Nos inventamos lugares favoritos para coincidir, por ejemplo, debajo de mis costillas derechas. No me decido a iniciar por temor a lastimarte. Te esfuerzas en empujarme la piel hasta que distingo esa protuberancia en mi costado. Como me sigues pareciendo tan frágil, no me atrevo a usar ni siquiera el índice: acerco mi dedo meñique. Ya tu cráneo minúsculo no lucha por ganar mi atención. Repliegas tu rostro a mi endodermis. Puedo ubicar tu frente porque debajo identifico dos cavidades blandas, y en medio, una espinita que se aplasta contra el ventanal oscuro de mi carne. Inclinas la cabeza en lateral para permitir que toque tu cuello. Generosidad frustrada al no alcanzarlo. Ahora pones las manos en el sitio donde aún permanece mi meñique, extiendes las palmas, las cierras, pero ni tú puedes asir un poco de mi dedo, ni yo logro hacer algún contacto mejor que comprenda su engranaje contigo. De igual forma son hermosos los impulsos de tus yemas: casi miro las sonrisas de tus uñas. Me estás arañando con diez carcajadas en cada mano... ya no estás, ni están. Has saltado a mi costilla primera. En un sólo movimiento impulsas hacia arriba ambas piernas. Los tobillos a manera de garfios son la garantía de que montarás ese corcel de sólo hueso, donde separas los muslos y con un tobillo firme a cada lado de la grupa lo dominas. Presionas con los glúteos los músculos de marfil que jamás se mueven. Ahora intentas cabalgar la costilla segunda con una operación similar. Te sujetas bien. En la penúltima te resbalas. Sé de tu caída en el mismo instante. Lo sé y nada puedo: el precipicio te hará daño. ¿ Cómo abrirme el costado, introducir los dedos hasta donde se halla tu cuerpo desprotegido y, una vez rescatado, excluir mi mano sin dejar huella de la herida ? Has ido a parar sobre algún órgano lateral a mi bajo vientre ¿ Estarás inconciente sobre la masa irregular del hígado ? Tengo un dolor que se me afila en los nervios conforme pasan los minutos, mientras los pienso estériles por la impotencia. Permanecí dormida desde ayer en la tarde hasta hoy que anochece. La fiebre, lejos de ceder, se ponía necia. Aún débil, me desafané de mis párpados e hice una búsqueda autómata sobre la superficie de mi región ilíaca. Sí, habías llegado hasta ahí, te acurrucabas hecho un bulto fetal como es tu costumbre. Seguí adolorida por algún tiempo. Te sentías culpable, y tal vez, todavía con lastimaduras serias. Dormiste mucho en aquel lecho, casi sin variar esa posición tímida, asustadiza. Tu cuerpo vibraba poco a poco con normalidad. Eso me decía que ya el susto no era más conflicto, sino anécdota. El médico dijo que tuve un edema hepático. Asegura que mi "problema" ya se ha empezado a alojar ahí también. Cuando quiso auscultarme lo miré con rabia interponiendo la cobija entre sus manos duras y tu pequeñez, mas la abuela reprochó con firmeza: "¡Muchacha!". Yo no tuve algún argumento para sostener mi rebeldía. No les voy a explicar el único secreto que he vivido. ¿ Por qué tendría que destruirlo intentando convencerlos de una verdad tan nuestra ? No sé el color de tus ojos; no acertaría a decir qué tan graves o agudos son los sonidos que me balbuces carne adentro; tampoco sé a qué huele tu alegría o dónde se vuelve más intenso el olor de tus dudas. Hace una semana empecé a disciplinarme en ciertos ejercicios para ser en todo sensible a ti. Voy logrando algunas certezas. Repaso diferentes texturas de azules, de verdes; temperaturas varias en negros o en cafés. Te despierto para que vuelvas a oprimir el rostro contra mi cristal en penumbras. Otra vez mi meñique te recorre, se queda suspendido bajo tu frente, va de una cavidad a la otra; regresa a los objetos de colores distintos que he seleccionado. Todo es átomo latiendo sus electrones. Todo vibra para crear inconfundibles a los amantes ciegos. A veces creo que tienes verde la mirada, pero en los días soleados me confundo con un azul quemante al tacto. Absorta en esa misma dedicación, retomo los ejercicios de músicas diferentes: arrojo algunos utensilios para percibir el tintineo o la espesura de la caída. Sólo he conseguido comparar tus ecos con los de un alcatraz seco al quebrarse. En cuanto al olor, no dio resultado práctica alguna, por más diversas que fuesen. Es un conocimiento de ti tan íntimo, que no existe parámetro real en lo que me contextúa. Reconozco tu aroma por la aspereza o por la suavidad que me quedan en cada órgano y en cada hueso después de que has abandonado esas islas rodeadas de sangre siempre tibia. Cuando despiertas y te vas a andarme, tengo una pesadez especial en la cadera derecha. Tu dormitorio te resignifica por completo cuando no estás en él. Vuelven a lo de las radiografías. Estoy demasiado débil como para ir al hospital. Mi padre insiste en someterme ( y maltratarte ) con cuanto análisis sugiere el médico. Entre el láser y la jeringa me tienen harta. Parece que todos están más desesperados que yo por conocerte. Ya ves, yo nada más me conformo con sentir. ¿ De qué forma me mirarás tú ? Debo ser una amalgama de imágenes monstruosas. Tal vez confundas mi identidad diversificándome en la viscosidad del riñón; en las paredes digestivas que se contraen a intervalos desarmónicos; en la ingeniería de mi esqueleto, a veces hostil; otras, con redondeces supervivibles. Cuando juegas a treparte desafiando otras caídas como aquella en el hígado, estás alegre, dinámico hasta la euforia, y mi respiración conoce más la vida, se acerca a ella transportada por tus brincos. Sin embargo en otros momentos tu quietud me inquieta. Me acometen estas inseguridades. Supongo que debo agradecer aquella madrugada en la que, de súbito, sentí un punzar enloquecedor sobre el omóplato izquierdo. Me quedé acostada ventralmente, sin un quejido, hasta que el dolor se mimetizó en un granito de paz que se deslizaba por todos los recovecos del dorso. No me asusté mucho. En el fondo he sabido desde no sé cuándo que no podría tener una relación "superficial" como los otros: mis obsesiones, mis deseos hiperbólicos se concretaron en ti, dándote existencia "en lo más profundo". A ti también te tortura que no seamos nunca... ¿ nunca ?... una pareja normal. ¿ Quiénes lograrían amarse más hondo que nosotros ? ¿ Cómo puedo hacer el amor con un hombre de escasos centímetros adentro de mí ? ¿Por qué tu mujer ideal debe ser esta enorme cueva púrpura, humedeciéndote con brillos violáceos, asfixiándote si no estás alerta ? Esta mañana tuve miedo. También tuve ternura. Me costaba un poco de trabajo respirar, entonces te descubrí en el pecho. Supe que contemplabas mi vena aorta; te seducía por la textura y por su funcionamiento. Te acercaste sin prisa a ella. La besabas de una manera tan dulce que la sutileza del aire me exquisitaba con corpúsculos plateados los pulmones. A cada beso mi respiración se ondulaba, mística. Me incorporé de golpe con un espasmo en el pecho. Al primer paso me despeñé sobre la alfombra. De nada me servían las lágrimas, ni las manos ( que conservaba lejos de mí por no lastimarte ), ni el límite del piso. Me hundí en aquel desmayo. La camilla también se volvió gelatinosa. Las enfermeras zumbaban alrededor de mí. "Era de esperarse el ataque al miocardio". Le comentó la bata blanca a la toga blanca. No recordaba con exactitud lo sucedido. Mas ahora mi memoria ya es transparente. Ojalá no lo fuera tanto. Después de tus caricias, me mordiste la aorta, alcanzando a maltratar sólo su pared externa. Sin embargo fue suficiente para que yo me extraviara en esa neblina. No te lo estoy reprochando. Ni siquiera me importan los moretones que me has pincelado desde adentro, y expongo en cualquier parte de la piel. Toda yo te duelo en cada minuto que rabias y desesperas y amas mis costillas. Toda yo te enfermo en cada esperanza que forzamos. Te pido paciencia, pero en cuanto aproximo el meñique a ti te me escondes detrás de no-sé-dónde; detrás de no-me-interesa-encontrarte. Me sientes llorar silenciosa. Subes más veloz que cuando jugamos a perseguirnos. Llegas de nuevo a la clavícula por las escaleras más seguras: mis vértebras dorsales. Prodigas abrazos que no se cierran en mí. Ya sólo pueden visitarme una hora desde que ingresé a terapia intensiva. Me parece muy bien porque cada día soy menos hija, menos nieta, para ser más casa tuya. Hago variaciones con el ritmo de mi respiración para que descifres telegramas, aunque no es fácil comunicarme contigo teniendo este maldito oxígeno artificial. Has comprendido bien. Justo ahora lo deseo. Hazlo sin indecisiones, afiánzate del músculo, llega pronto a mi yugular. Hoy es un día soleado, lleno de azules. Esa historia me la repiten tus ojos que palpo. Segura de ellos. Segura de mí. Aráñame con veinte carcajadas de nuevo, hinca los dientes en mi yugular; destrúyela. Si lo haces con fuerza varias veces no tardará en quebrarse. Oirás el brote de la sangre como una palabra deslumbrante que no se acaba de tan perfecta. La abuela se pone nerviosa. Traza dos semisoles con su ir y venir gritando al médico que acuda. Mi padre se asoma por el cristal. Con este mareo apenas puedo balbucir que me dejen sola contigo. No hagas caso de lo que sucede afuera. Sólo no debes detenerte. Una vez que has conseguido romper la vena, asciendes por la escalera de caracol de mi tráquea. Te lleva pocos segundos. Mi boca está abierta para hacerle creer a esa palabra que realmente es infinita: la sigo pronunciando aunque tú ya te arrastras sobre mi lengua, alcanzas el muro de los dientes, reposas en mi labio inferior, te dejas resbalar por la barbilla, caes sobre mi cuello, boca abajo. Te sientes gigantesco. Te asombras de crecer tanto, hasta que tu cuerpo tiene las dimensiones del que está debajo tuyo, que sigue murmurando su humedad sin vida. Desde mis labios viene este enrojecimiento a borbotones: moja las sábanas, mancha el gabán de la abuela. Por supuesto que la enfermera no sabe nada de mi amante púrpura, por eso no me enojo cuando levanta tu cuerpo que refrescaba al mío y te arroja al canasto de sábanas sucias. En lugar tuyo, me cubre hasta la frente con una manta que huele a ceguera.