Ref: Beliat puesto el 25/12/98 0:59 |
¡Feliz Navidad! |
Ref: Regalo de Noche Buena puesto el 25/12/98 17:21 |
"Es de noche, la ciudad está solitaria. Camino lentamente por una calle céntrica. Solamente, de vez en cuando, un coche. Las farolas se empeñan en alumbrar. Si estuviesen apagadas sería lo mismo y pienso que tanto derroche para mí sólo, es todo un lujo. Los escaparates siguen esplendorosos de luces y ofertas multicolores. Todo se vende. Es Noche Buena y la ciudad, a esta hora está desierta. La muchacha está en el quicio de un portal. Quizás espera a que le abran la puerta. Quizá espera mejor momento para atravesar la calle, para irse a donde haya de ir, a donde deba ir, en esta noche de cenas familiares. Junto a ella, en el suelo, un gran bolso de lona y una mochila. Quizás... Al verme, comienza a estremecerse, a inquietarse. Puede que me haya tomado por un delincuente o por un paranoico de esos que violan por violar -¿hay otro motivo para hacerlo?-, puede que piense que la voy a atacar de un momento a otro. Está paralizada por el miedo. Hace un instintivo además de coger su equipaje y salir corriendo. Pero se queda parada. Puede que esté pensando que correr no le pueda servir de mucho. Me parece estar adivinando sus pensamientos. Veo que se recobra y adopta una actitud casi desafiante. Eso me produce una tenue sonrisa. Luego, vuelve a encogerse sobre sí misma, como quien espera algo inevitable. Si pudiera decirle que puede estar tranquila, que no pasa nada, que simplemente estoy paseando. Sí, creo que sé lo que piensa: "¿cómo le digo que no me haga nada, que no tiene por qué hacerlo, que somos seres humanos, pero qué tontería, eso solo servirá para que se ría y sería peor" Es casi una niña ¿qué puede estar haciendo aquí, a estas horas de esta noche tan especial? Quisiera hablarle, preguntarle, decirle... Es tan joven y... tan bonita! Viste pantalones de lana, tabardo azul marino, botas de cuero, bufanda de cuadros verdes y azules. No hace frío, cosa extraña para la noche que es. La muchacha tiembla y yo sé que no es por el frío. Me acerco a ella. -¿Por qué estás temblando? -Porque tengo miedo. -¿De mí? -Sí -Pues no debes temer nada, no voy ha hacerte daño. Solo estoy dando un paseo. Ella titubea antes de decir: -No tengo miedo de que me hagas nada. Temo que me lleves a mi casa y no quiero ir. Él me estará buscando, habrá revuelto cielo y tierra para dar conmigo. Ha jurado matarme si le abandono. No quiero volver con él, no quiero. Entonces, rompe a llorar. Saco un paquete de kleenex del bolsillo de la gabardina y se lo ofrezco. Lo coge y me mira con sorpresa. Cuando termina de secar sus lágrimas, me mira emocionada. -Gracias. Me siento mejor. -Ahora cuéntame, si quieres claro, qué te ocurre. Mira, en aquél centro comercial podemos tomar un café con leche ¿te apetece?, yo invito- le digo haciéndole un guiño. Me dice que sí con un movimiento tenue de cabeza. Luego, tomando la mochila del suelo se la coloca en la espalda. La bolsa de lona pena mucho. Le pido que me permita llevársela. Me mira a los ojos y después de unos momentos de perderse en esa mirada, me contesta que sí . Atravesamos la ancha avenida bajo guirnaldas de ángeles fluorescentes, ángeles kilováticos, dice ella. Le sonrío y me devuelve una sonrisa abierta, relajada, tranquila. Ya sentados en la cafetería de ese Centro y con las humeantes bebidas sobre la mesa, me cuenta. -Me he escapado de casa. -¿En la noche de Navidad? -Yo no creo en la Navidad- contesta muy seria- La Navidad es como un infierno de soledad, todo el mundo disimula que está muy feliz y eso es mentira. -¿Cómo puedes decir eso? Eres demasiado joven para decir esas cosas. - No soy tan joven, y hablas así porque no sabes nada de mí. - Pues, mira, me gustaría saber algo de ti- iba a decirle "todo de ti"- si quieres me cuentas. - Y tú ¿cómo no estás con tu familia, como todo el mundo? - Yo no tengo familia. No tengo a nadie- le contesto lacónicamente.. Ella deja la taza vacía sobre el platillo. Se sacude el pelo como si llevara copos de nieve en él. Sí, la imagino con el largo cabello cubierto por motitas blancas. De pronto me doy cuenta de que me está mirando fijamente. Sus ojos son como dos ventanas abiertas, transparentes como un amanecer en primavera. -Y ¿cómo se vive solo, así, sin nadie? -Pues, verás, hay un truco. -Dímelo porque yo voy a estar sola toda mi vida y necesito saber cómo. -Es difícil de explicar, tú no lo entenderías. Eres muy joven aún para entenderlo. -No soy joven ya, acabo de cumplir los dieciocho. Esta noche, a las doce. . Me asombra su juventud, y me asombra verme reflejado en ella. Tendría su edad cuando también me fuí. -Está bien, ya no eres joven. Vamos por partes, ¿has dejado, al menos, una nota de despedida? -¿Para qué? No sabría que poner en ella. Él sabe por qué me voy. Sabe también que no regresaré jamás. Intentará encontrarme, tiene medios para hacerlo. Tiene poder para dar conmigo. -¿Estás segura de lo que dices? -Absolutamente. Los minutos van transcurriendo y el silencio se acomoda entre los dos. Es un silencio dulce, de miradas serenas, de miradas amigas... -Mi nombre es Antonio, ¿el tuyo? -Brisa. -Extraño nombre. ¿De quién fue la idea? -De él. No me atreví a seguir preguntando. Sus ojos se pusieron terriblemente tristes y me sentí desolado. -Me recogió una noche como ésta, Noche Buena. Eran las doce y la ciudad estaba como está ahora, desierta. Dice que yo tenía diez años. Yo no podía hablar ni recordar nada. Me adoptó y me puso ese nombre. Decía que yo era como una brisa para él. -Y fue así? No dijo nada. Sorbió un trago del segundo café con leche. Ya relajada por completo me contó su historia. Comenzaba a amanecer. El cielo mostraba colores increíbles y en silencio permanecimos durante no sé cuanto tiempo mirando ese cielo que parecía sonreirme. -Anoche no pude soportarlo más. Me levanté de la mesa donde él y su familia, como siempre, estaban reunidos, celebrando la Noche Buena. No sé que tiene de buena esta noche. Él dice que es especial porque "nací yo" y se empeña en celebrar "mi navidad". Nunca se ha sabido qué hacía yo en la puerta de unos grandes almacenes a las doce de la noche. No recordaba nada, ni mi nombre siquiera. Nadie denunció mi desaparición. No sé nada de mí antes de aquella noche. -Ahora debes de tener unos dieciocho años, más o menos, ¿verdad?- La pregunta me salió sin proponerme hacerla. -Dieciocho cumplo hoy. Estaba esperando mi mayoría de edad para irme. -Bueno, siendo tu cumpleaños permíteme felicitarte- le dije, intentando un tono de broma. -Gracias- contestó sonriendo. Esa sonrisa me llegó como un destello a un lugar que no tenía yo aún delimitado. Sentí algo que no sabía muy bien lo que era. Lo supe más tarde. -Y, si me lo permites, también quisiera hacerte un regalo- pensé que no me saldrían estas palabras. -¿Un regalo?- y sus ojos se abrieron para mostrarme que la chispita infantil, truncada a saber cómo, desde hacía tanto tiempo, aún podía encenderse. Me pareció una niña, con el brillo de las ilusiones propias de una niña. Acerqué mis manos a las suyas y las tomé con cuidado. Eran suaves como la seda, tibias como el calor que da vida. Noté un ligero temblor en ellas al entregarse con tanta generosidad. Nos miramos y ocurrió, algo, no sé. Sin deshacer ese lazo maravilloso que nos estaba uniendo las manos, me dijo: -Es el mejor regalo de Navidad que he recibido nunca: el calor de unas manos, tus manos. Estas palabras obraron un efecto mágico en mí. De pronto supe que era ella y sus ojos me estaban diciendo que era yo. Anoche, celebrando la Navidad,como todos los años volvimos a recordar aquel encuentro de hace tantos años. La miro como va de un lado a otro del salón. Mi paloma grácil, dulce, feliz, entusiasmada preparando los regalos en el gran abeto que hemos puesto en uno de los rincones. Se mueve entre cajas y guirnaldas de brillantes colores, poniendo los regalos alrededor del árbol. Nuestros hijos, despertarán mañana y verán lo que el árbol les ofrece. Ahora duermen confiados en que vendrá Santa Claus y les dejará todo lo que han pedido. Ella y yo no nos hacemos regalos en esta noche. Solo tenemos un regalo que ofrecernos: nos tomamos de las manos y las mantenemos enlazadas durante un buen rato. Aquel tibio calor que nos electrizó aquella Noche Buena, sigue siendo el mismo. Ese es el regalo de Navidad que venimos haciéndonos desde entonces." Me lo acaban de contar, más o menos así, sus protagonistas, en este día de Navidad del 98. La Navidad tiene cosas así... ¿cómo no creer en ella? ;) Ahora vienen los turrones, el café y...el revolotear de los chiquillos, felices con tantas maravillas... Ah! Antonio, mi amigo, llama a su mujer "Noel", desde entonces... Un beso* Tamara. |
Ref: Gandul puesto el 25/12/98 22:24 |
Quiza porque el momento lo requiere, o por el exceso que hacemos gala, nunca he acabado de entender eso del espiritu navideño. Por mas decir, no entiendo ni siquiera el termino espiritu. Supongo (y no se si es mucho suponer) que lo de "espiritu navideño" no es mas que una actitud determinada. Pues no me jodais, paisanos; que eso de ser "especiales" durante una sola semana de un total de 53 no os limpia el expediente. Coño (y con ello no digo que sea vuestro caso), no entiendo como nos dedicamos a putear al personal y en estas fechas le soltamos un talego verde al menda del semaforo. A quien pretendeis engañar con ello? O, que quereis limpiar? |
Ref: Gandul puesto el 25/12/98 22:42 |
Muuuuuuy biiiiiieeeen!!!!!!! ¿Y tú?¿Tienes algo que esconder? |