UN VIAJE DE ENSUEÑO
Dedicado muy especialmente a PELIRROJA en su cumpleaños.
No había visto nunca el sol, sin embargo su mundo y su felicidad transcurrían entre
rayos luminosos, bajo aquellas profundas aguas del mar, que le permitían disfrutar de
aquella gran libertad. Tenía una gran cola esbelta, dorada y sinuosa, unida a un cuerpo de
mujer. Aquella sirena era preciosa, como si el agua salada consiguiera un efecto milagroso
sobre su suave piel, su belleza todavía se realzaba más por el efecto que se producía en su
largo cabello al deslizarse por aquella agua brillante y pura.
Le encantaba disfrutar de aquellos parajes submarinos, sumergida entre algas y
madreporas debajo de aguas superficiales y cálidas. Era distinguida y admirada por sus
amigos los delfines, que mientras jugaban a su lado podían contemplar tanta belleza. Era
feliz, libre y afortunada, pero era única y aquello le hacia pensar sobre cual había sido su
origen.
Un buen día decidió que necesitaba conocer más, seguir siendo libre, pero descubrir
de donde surgía aquella luz que penetraba hasta cientos de metros de profundidad, allá donde
ella vivía. Emprendió un largo viaje a aquellos exóticos mares del Caribe, sólo aquellos
paisajes submarinos podían compararse con la belleza de su cuerpo. Estaba dispuesta a
pedirle a Neptuno, rey de los mares, que le permitiera conocer aquel mundo exterior y
desconocido. Neptuno le dio alas, convirtiendo su cuerpo en una preciosa cigüeña, y le
explicó que a partir de ahora su libertad sería todavía mayor, volaría y surcaría los
cielos, a tal de poder descubrir todo aquello que hasta ahora le era desconocido.
Apareció surcando los aires, se le había otorgado todos los conocimientos para poder
volar. Era expléndida aquella sensación, en ocasiones planeaba y cerraba los ojos, unos
ojos ahora pequeños pero que seguían brillando, un brillo nítido que sólo luce aquel que
es feliz. En otras ocasiones subía y subía muy alto, como si quisiera llegar a aquella gran
e intensa luz amarilla, situada sobre un intenso azul del cielo. Cuando estaba muy alta, se
dejaba caer al vacio, y aquel vértigo producido por la velocidad y la incerteza le permitía
obtener sensaciones hasta ahora desconocidas, todo su blanco cuerpo aplumado notaba un
cosquilleo interminable e incesante, que constataba su fragilidad.
Ahora tenía unas grandes alas, unas preciosas y cuidadas plumas que la protegían
del frio intenso que se producía en aquellas alturas, era un ave esbelta como un cisne con
un dominio perfecto de todo su cuerpo que le permitía realizar parábolas por el aire y
disfrutar de una soltura mayor de la que disponía anteriormente en el agua, se sentía
todavía más ligera y expléndida.
Aquella sirena convertida en cigüeña descubría día a dia paraisos sólo comparables a
su belleza, admirada por todos aquellos que la veían surcar los aires. Recorrió gran parte
del mundo, migró como los de su especie en busca de mantener todo el tiempo aquel clima
que le hacía estar más confortable, siempre era de día y siempre lucía el sol, todo era
maravilloso. ¿Pero era eso todo lo que existía?, ¿como podían vivir todas aquellas especies
pegadas a la tierra con lo maravilloso que era volar?, ¿acaso la sensación de libertad no
era la más placentera?, eran dudas que se planteaba al observar el mundo que permanecía por
debajo de sus amplias alas.
Como aventurera que era, dispuesta a explorar todo lo que hubiera a su alrededor,
decidió que era el momento de bajar del cielo y plantarse en el suelo. Quería vivir como
los humanos, aquellos seres que se parecían tanto a su forma anterior de sirena, pero que en
vez de cola, tenían un par de extremidades, pese a que aquella forma de vida no parecía
ofrecer las mismas sensaciones hasta ahora vividas.
Un día visitó a la Diosa de los vientos, aquella que reinaba en el mundo de las aves.
Como ya hizo para su anterior transformación, consiguió el beneplácito y se convirtió en una
mujer con cuerpo humano. Se le dotó de inteligencia y hermosura, mantenía aquellos ojos
brillantes, que producía a quien los mirara una sensación de felicidad como la que ella
contenía, pero ahora más acentuada por una sonrisa desbordante y una belleza incomparable.
Pero lo que ella deseaba no era esa belleza suprema, sino descubrir sensaciones y así sucedió.
Llevó una vida igual de aventurera, todo eran emociones nuevas en su interior. Aquella
inteligencia de la que había sido dotada le hizo conocer lo que era la tristeza, no disponía
de la misma libertad, andar era cansado, todo era tan distinto. Por contra le parecía formidable
comunicarse con otras personas, comprender lo que hacía y porqué lo hacía, las emociones
negativas la hicieron dudar, ¿pero ahora quien la podría volver a convertir en ave?.
Resignada con su nuevo estado se tuvo que establecer y seguir las mismas pautas que
cualquier humano, ahora la libertad se enmarcaba dentro de las pautas de una sociedad de
individuos igual que ella, pero su sueño era encontrar algo mejor.
Ahora trabajaba, vivía sola y tránquila, vivía feliz como siempre, aunque por
momentos recordaba sus momentos pasados, tanto como sirena como cigüeña. Con aquella juventud
y simpatía, pronto consiguió que todos los hombres del barrio la pretendieran. Estaba a punto
de conocer lo que había estado buscando durante todo su largo viaje entre los 3 mundos, el amor.
Amiga de todos, un día conoció a un chico muy especial, era encantador y desprendía
la misma felicidad que ella. Poco a poco se fueron conociendo más y más, sus conversaciones
eran apasionantes, se reían juntos, compartían muchos ratos agradables y se olvidaban del
resto de sus vidas cuando estaban juntos. Llegó un momento en que ella pensaba constantemente
en él, a causa de su compañía que echaba de menos y los regalos que él le hacía a cambio de nada.
¿Que sensación era aquella que recorría su cuerpo?, ¿porqué no podía quitárselo de la cabeza?,
todo formaba parte de una emoción jamás vivida hasta ahora, distinta a todas las demás.
Así pues tras largos viajes y grandes aventuras había conseguido encontrar aquello
que buscaba, porque ella nunca supo que buscaba algo, sólo se dejó llevar por sus impulsos.
El amor era indescriptible, algo muy interior y totalmente abstracto que sólo se podía notar
por aquella mirada que ahora había cambiado, aquellos ojazos ahora aparte de felicidad
desprendían un amor muy dulce cuando veía o hablaba con su querido amante. Cuando hicieron el
amor por primera vez, ellos sintieron como el amor llegaba además a su máximo explendor, en un
acto en que ambos se fundían y compartían más cerca que nunca todo lo que sentían en su interior,
quería seguir siendo mujer ahora más que nunca y disfrutar de aquella sensación cada día del
resto de su vida, nadar en un mar de sensaciones y dejar volar su imaginación cada vez que no
le tenía a su lado. Y PELIRROJA sonrió como nunca lo había hecho, sonaba el despertador y el
sueño acababa, abría esos ojitos y estiraba los brazos, pero no con aquella sensación de cada
mañana, sino por sentirse mejor que nunca, descansada y feliz. Y allí a su lado había alguien,
él despertó y abrió los ojos, la miró, ¿era el hombre del sueño?.
El Autor: Para mí cuidar los sueños de PELIRROJA es un placer, y más cuando estos son
como el que acabo de relatar, ¿a quién no le gustaría despertar algún día a su lado y que nuestras
miradas se cruzaran?, podríamos ser ese hombre. La imaginación es tan linda.
//// tayto ///// |