Ref: Propuesta indecorosa puesto el 16/1/05 21:12
Soy lesbiana y mantengo una relación con otra mujer. Su nombre es Lilian y es una amante excepcional. Rubia, de ojos verdes y con un cuerpo escultural; muchas veces desilusiona a los hombres cuando se enteran de sus preferencias sexuales. Pero claro hoy día esto no es nada de extraordinario.

La anécdota que voy a narrar, dio lugar a la experiencia sexual más formidable que he tenido.

Lilian, aunque lesbiana, siempre viste muy femenina y le gusta exhibir las curvas de su cuerpo. Yo, aunque tengo el pelo cortado a lo "boy" y uso pantalones largos muchas veces, no soy ninguna machona, también soy muy femenina y no me gusta hacer alardes de mi preferencia sexual. Y digo todo esto a manera de explicar cómo nos desenvolvemos. Lilian trabaja en un banco y yo en una compañía de computadoras.

El presidente de la compañía donde trabajo (que no es necesariamente el dueño) y que gana el fabuloso sueldo de medio millón de dólares al año, es un hombre de 50 años de edad, casado y con hijos, lo que no es obstáculo para que lleve una doble vida que oculta para los demás, pero que para mí no es un secreto. En los cinco años que llevo en la compañía vi ascender a Raúl desde su puesto de administrador hasta su actual posición.

Una tarde en que Lilian vino a buscarme al trabajo, Raúl la vio y se prendó de ella. No sabía que era mi amante, cuando lo supo, me estuvo insistiendo para que le consiguiera una cita. Teníamos suficiente confianza e intimidad para hablar de todo. Le volví a recalcar que era mi amante y que era terreno vedado. Mi negativa no hizo otra cosa que despertar aún más su deseo por poseer a Lilian. Me insinuó cierta generosidad metálica y un ascenso. Le dije que lo pensaría y que consultaría con mi amiga. Sabía que detrás de la oferta, si me negaba, mis días estarían contados. Por otra parte, por aquel tiempo, ella y yo estábamos con dificultades económicas.

Le hablé a Lilian y ella comprendió que deberíamos de aprovecharnos de las circunstancias que se nos imponían. Hicimos nuestro plan y decidimos meternos en el apartamento de soltero de Raúl y cumplimentar la cita. Yo conocía el apartamento, pues había estado ahí varias veces sola con él tomando unos tragos en lo que me contaba sus citas. Siempre fuimos muy buenos amigos.

Lilian y yo nos fuimos al cuarto de huésped, el cual tenía un amplio espejo en la pared que lo separaba del otro. Sabíamos que Raúl nos estaba mirando a través de este. Era lo convenido. Y, a media luz, (pero con suficiente claridad para poder ser observado todo), hicimos el amor de manera desenfrenada.

Ambas estábamos excitadas por la presencia de unos ojos ocultos que nos miraban con lujuria. Tal vez por eso nos pusimos más eróticas que de costumbre y nuestros reclamos eran más exigentes. Teníamos premura en devorarnos y, en verdad, no había por qué tener prisa, nada ni nadie nos apremiaba, así que disfrutamos cada momento con especial quietud.

Sin duda, lo que nos tenía en el estado de exaltación era la presencia "del otro". Una exquisita sensación de lujuria y de exhibicionismo nos atrapó. Le di un largo beso en la boca, introduciéndole toda la lengua, para que la sintiera como un pene. Nos trabamos en una sofocante lucha de chupones y lamidas. La abracé montada sobre ella y le abrí las piernas poco a poco con mis muslos para llegar con mi sexo al de ella. Lilian iba cediendo, hasta que abrió completamente las piernas. Restregué mi vagina contra la suya, y aunque su clítoris no estaba tan tieso como el mío, gimió de placer. Me agarró con sus brazos por la cintura para apretarme contra ella, momento que aproveché para moverme en forma rotatoria y bien ajustada a su sexo. Me quité de su boca y le propiné un chupón en el cuello, cerca de la oreja, e hice otro tanto más abajo, en la base del cuello con el hombro. Me rodé un poco de la posición en que estaba e incliné mi cabeza para lamerle los pezones y meterle un dedo en su carnosa y rica raja. Y así empecé a masturbarla hasta provocarle el primer orgasmo. En respuesta, cuando le llegó su turno, Lilian comenzó a mamarme el sexo. Yo me senté en la cama y me recosté sobre el respaldo de la misma y abrí mis piernas para que ella metiera su cabeza y me devorara con su lengua.

Cuando terminé de venirme, me levanté de la cama y me fui para el cuarto de baño a refrescarme un poco y dejar que Raúl tomara mi lugar.

Lilian lo recibió con los brazos abiertos, la había dejado bastante caliente como para dejarse hacer lo que el otro quisiera. Mi ascenso estaba asegurado y la suma en efectivo la recogí de un sobre que Raúl había puesto sobre la mesa de la sala.

¡Ha sido el mejor negocio de mi vida!